PARA SABER Y CONTAR

Este libro habla de Bastión Popular, un asentamiento urbano marginal de Guayaquil, en el que viven unas ochenta mil personas.

Como parte del esfuerzo que están haciendo el Municipio de Guayaquil , la Comunidad Europea y los vecinos de Bastión, para mejorar las condiciones de vida en esta zona, llegué a sus calles, a sus casas, a su gente y me puse a vivir allí.

Mi primer acto fue vencer el temor. Aquel miedo a lo desconocido que llevamos todos como un atavismo de las cavernas. Pero, además un miedo alimentado por prejuicios colectivos, que todos ayudamos a construir y a los que no son ajenos los medios de comunicación, que ponen el acento en los rasgos feos y violentos de los barrios marginales, de todas partes.

Confucio enseñó a sus discípulos: ”Donde todos condenan, hay que indagar. Donde todos alaban, hay que indagar”.

Y con ese ánimo entré por las calles de Bastión, hablé con los vecinos, participé en sus reuniones de barrio, dormí en sus casas y me senté a sus mesas, les pregunté de dónde venían y para dónde iban.

De ese adentrarse por Bastión nacieron estas páginas que ayudarán a entender mejor las imágenes que contiene el presente volumen.

Para levantar la información de este libro utilicé la entrevista, el análisis grupal, la observación directa y consulté fuentes secundarias. La identificación de informantes la hago con un solo nombre y algún dato general, por dos motivos: es la forma común de trato, entre los vecinos de Bastión; y eso ayuda a poner el acento en la memoria colectiva.

Una de mis creencias es que para registrar algo hay que convertirse en ese algo; hay que comprometerse con la realidad; hay que asumir un punto de vista, de lo contrario se puede pasar por la vida como un turista.

La visión que me deja esta vivencia en Bastión, es que se trata de gente trabajadora, en su mayoría; gente desplazada del campo, en su mayoría; gente con más dificultades para vivir que otros asentamientos urbanos de Guayaquil, pues debe forcejear con el paro laboral, con la delincuencia, con la insalubridad, con vicios diversos, en pocas palabras, con la marginalidad.

Estar del lado de la gente trabajadora y buena de Bastión que quiere romper el cerco de la marginación, material y espiritual, es un deber de conciencia.

Arturo Vergara

Bastión nació en septiembre

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En septiembre de 1986 fue la invasión. Al caer la tarde empezaron a llegar de a dos, de a tres, en pequeños grupos. Ya en la noche era una multitud. A una señal del jefe, toda esa gente entró por un portillo, abierto en el Km. 10.5 de la vía a Daule. Eran potreros de una hacienda. Esa noche comenzó la historia de Bastión. Historia que no está escrita en el papel sino en la memoria de la gente, y, en consecuencia, no es una sola historia sino muchas, tantas como personas han participado en ella.

Una vez adentro, los invasores comenzaron a despejar el área a punta de machete, alumbrados por linternas y candiles. Se hizo el “desmonte” por grupos y cada cual se fue ubicando en el espacio y fue apuntando su nombre en una lista, para cuando llegara la hora de asignar solares. El trabajo siguió hasta después del amanecer.

“Al otro día, viendo que nadie nos venía a echar, fuimos trayendo cartoncitos, una sabanita, una colcha, nada de valor, que diera pena perder, y con eso levantamos algo”, dice doña Mildre. Pero la policía llegó y hubo escaramuzas. A la entrada estaban los “guardachoques”, vigilantes que tenían la tarea de aguantar el primer golpe y avisar a los demás para que salieran a resistir.

“Castro, que dirigía la invasión, andaba con gente armada, que ya sabían lo que tenían que hacer. Más bien dicho, eran calderos viejos en las invasiones, a ellos no les importaba matar o morir, así que los pacos no pudieron entrar”, recuerda don Mariano.

Era lo usual en estos casos, y quienes estaban al frente de la ocupación traían experiencia de otras invasiones en Guayaquil – Guasmo Sur, Prosperina , Mapasingue...

Para administrar el nuevo asentamiento los organizadores de la invasión lo dividieron en bloques, del 1 al 5. Cada bloque estaba manejado por un lugarteniente de Castro, quien tenía el rango de jefe absoluto. En todo el territorio se aplicaban sus normas. De las que la gente recuerda más vivamente está la que prohibía a las mujeres trabajar fuera de Bastión y las obligaba a permanecer allí, cuidando el solar y los hijos. Otra era la prohibición de andar por la calle después de la once de la noche. “En ese tiempo no había delincuente por aquí, les daban el vire”, dice don Adalberto, y otros vecinos lo confirman.

Los fundadores llamaron a su asentamiento Bastión Popular, en el sentido de baluarte, de lugar que debía transformarse en casa y fortaleza de miles de desheredados.

En 1987 la invasión siguió más al norte y ocupó los predios de Cerro Colorado y los terrenos de San Colombano, donde está el cerro Jordán, estos últimos de propiedad del Banco Ecuatoriano de la Vivienda. Nació la segunda etapa, con los bloques: 6-7-8-9-10 y 11. Hoy los bloques son dieciséis.

“Aquí la cosa fue dura – dice doña Rosa, comerciante del Bloque 6 –llegaban esas máquinas camineras y tumbaban las casitas con todo adentro. Tumbaban por el día y por la noche tocaba levantarlas de nuevo. A veces me daban ganas de dejar todo y echar atrás, vuelta. ¿Pero a dónde? Al final uno le coge cariño al lugar donde duerme y nos quedamos”.

Guayaquil se extiende

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En algo más de una década (1974-1986), los asentamientos informales se expandieron por Guayaquil como manchas de aceite. En ese lapso fue invadido el Guasmo, en el sur de la ciudad; luego las invasiones pasaron al norte, a los cerros de Mapasingue y Prosperina, para continuar por las haciendas cercanas, lo que hoy es Bastión Popular. Estos movimientos masivos de gente sin casa fueron dirigidos por tres o cuatro personajes, profesionales del tráfico de tierras en Guayaquil.

La Zona donde se fundó Bastión ya era industrial. Los hacendados locales estaban vendiendo su tierra para fábricas y bodegas, pero llegó la invasión. Se inició entonces un forcejeo legal que subió hasta el Congreso. Dieron la orden de desalojar a los invasores; y esto resultó más fácil ordenarlo que hacerlo. Los propietarios pusieron a disposición de los policías máquinas camineras para echar abajo “las perreras”, como llamaban a las chozas de los bastioneros, pero la destrucción de chozas se hizo en horarios de oficina y ya por la noche y la madrugada las “perreras” nuevamente gozaban de buena salud. Tampoco los terratenientes estaban en capacidad de tomar posesión y darle uso inmediato a la tierra. La situación se hizo inmanejable, y cuando este juego resultó inútil, se optó por la negociación.

La controvertida figura de un jefe

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Unos lo aplauden, otros lo detestan.

La mayoría no quisiera volver a vivir nunca más los atropellos cometidos en su tiempo.

Carlos Castro, abogado, jefe de invasiones en Guayaquil, por las décadas del setenta y ochenta, dirigió la invasión que dio origen a Bastión, y aquí lo mataron.

Distanciando la carga de pasiones ligada a su nombre, debemos referirnos brevemente a su papel en la etapa inicial de la historia de Bastión.

Característica suya fue organizar en bloques los asentamientos que fundaba, luego de las invasiones. Al frente de cada bloque ponía a un “dirigente”, que en realidad era un hombre de confianza, encargado de hacer cumplir sus órdenes. Los moradores para referirse a los inicios de este asentamiento, usan la fórmula “en tiempos de Castro”. Pues bien, en tiempos de Castro, dicen algunos los vecinos, había más seguridad, las entradas a Bastión estaban controladas, pero también, dicen otros, por orden suya se flagelaba y se cometían abusos abominables contra mucha gente. Manejaban los bloques por el temor. Fue tiempo de epidemias, por la insalubridad reinante. Cuando alguien enfermaba era atendido por los propios vecinos y en el caso de alumbramientos, por parteras. No había agua potable y para cocinar las mujeres debían cargar los baldes por largos trechos desde las piletas ubicadas fuera del poblado.

“Había que cargar el agua, hacer la comida , cargar los hijos y cargar las penas”, - recuerda doña Julia, ama de casa, una de las fundadoras.- Vea amigo, la vida es un enredo. Castro tenía cosas buenas. ¿Ve usted esos palos de mango, cargadititos de fruta, por todo Bastión? Los mandó plantar él. Pero sus “dirigentes” abusaron, por cualquier cosa sacaban plata, vendían un mismo solar varias veces y si usted protestaba le daban palo. Así fue que ofendieron al muchacho que después le pegó el tiro.... Ese señor tenía que acabar mal, llevaba su fin escrito en la frente”.

Otra es la valoración del personaje y de su época que hace Jorge, maestro de escuela, que ha trabajado en Bastión, por más de una década.

“En ese tiempo, el único que podía reunirse con determinado grupo era él o los que estaban alrededor de él. Manejaba el caudillismo, donde yo soy la autoridad, yo mando, yo ejecuto, yo todo. Su caudillismo lo mató. Pero en la historia de Bastión tiene un lugar”.

Un día partieron a buscar la esperanza

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La población de Bastión es inmigrante. Los apellidos que se cruzan en sus hogares – como rosa de los vientos - vienen de por allá lejos , de los recintos agrícolas, de las aldeas con olor a mar, de caseríos andinos. Aquí hay gente de casi todas la provincias del país. Algunos, perseguidos por la sequía en Manabí o Loja, otros por el hastío de vivir desamparados, sin los servicios más simples, en el norte de Esmeraldas o en Los Ríos, otros por estudiar en la ciudad, los de en frente, para que sus hijos “salgan adelante”, y así por mil razones, que en realidad son pocas: trabajo, educación, condiciones de vida más humanas. Por eso fue que dejaron su terruño y vieron a Guayaquil a buscar la esperanza. ¿La encontraron? Unos dicen que sí; otros dicen que en parte; y hay quienes siguen manteniendo su casita en el campo “porque nunca se sabe”.

¿Cómo le ha ido aquí?, le pregunté a don Marcos, agricultor manabita, de un lugar llamado Sobeida, por El Anegado, cerca de Jipijapa.

“Hasta aquí bien. Mis hijos están todos por aquí, casados. Primero se vino una hija, después sus hermanos. Al final yo también me vine, con mi mujer, porque allá no había cómo vivir. El café, que medio cosechaba, se desgració por la falta de agua, y pa‘remate lo pagan a precio ‘e gallina flaca. Mis hijos trabajan de albañiles y yo vendo sandía, por tajadas. A veces hago hasta tres dólares en el día. No es mucho, pero peor es comer ratones”

Don Marco vive en la cima del cerro Jordán y como buen campesino se las arregla para cultivar, alrededor de su casa, fréjol palito, habichuelas, menta, hierba del espanto, ruda y perlillo, todo lo que hace falta para curar el ojo, y, además, en una corralito de metro cuadrado, cría un chancho.

Razones que tiene la gente para mudarse

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De las conversaciones con moradores de Bastión, se puede inferir que, en el caso de las familias campesinas, la crisis de la agricultura tradicional (no tecnificada, con bajos precios de los productos agrícolas y altos precios de los insumos), los expulsó de su tierra.

Hay también aquí, gente que fue empujada por el colapso o desaparición de algunos ecosistemas, mal manejados, como los manglares del estuario del río Chone y los bosques nativos de Esmeraldas, donde ellos eran recolectores. El fenómeno de El Niño, en sus versiones 92-93;97-98, desplazó a miles de personas, del campo a la ciudad. En grandes trazos, el éxodo masivo que se ha dado desde las zonas rurales a Guayaquil, es el resultado de dos caminos evolutivos distintos: progreso para la ciudad, estancamiento para el campo.

La gente se forja numerosas expectativas de la vida urbana, que debería ser más rica en posibilidades de bienestar y tal vez de libertad, y contrasta estas expectativas con el deterioro progresivo de la vida rural.

Los que han llegado a Bastión de otros barrios de Guayaquil, explican su mudanza por la reconstrucción y modernización del centro de la ciudad, la especulación con los arriendos y el deseo de tener casa propia; los que vienen de otras zonas marginales, hablan de la peligrosidad en sus antiguos barrios, de la ampliación de la familia o del deseo de tener su propio solar, porque allá vivían de allegados.

Angelita es socióloga y líder barrial, en la etapa I. Ella vino a Guayaquil, de la provincia de Los Ríos, cuando era niña, para estudiar, y aquí ha hecho su vida. Como mucha gente en la ciudad, conoce el via crucis de los que arriendan casas a precios especulativos y casi sin derechos.

“Antes de venir a Bastión yo vivía en la Octava y Bolivia, aquí en Guayaquil,- me contó.- Allí la señora solo alquilaba para dormir. Yo tenía mis dos niñas y ella decía que con niños no alquilaba. Yo trabajaba y tenía que dejar las niñas donde mi mamá, en el día, y en la noche pasaba recogiéndolas para ir a dormir. Los fines de semana esa señora vendía licor, con toda la bulla que quisiera, y había que soportar los borrachos al pie de la casa. Ahí supe lo de Bastión y me vine a conocer, un día viernes. Era feo: montes, espineros, agua, lodo... Pero dije, bueno, lo importante es tener un solar propio donde sea, y me puse contenta. Mi esposo no quería saber nada de Bastión y yo le dije: si usted quiere sígame, si no, quédese. De mi familia nadie me quiso acompañar. Pero dije, aunque sea con el lodo a la rodilla, pero es propio, y me vine”.

Carlos y María, del bloque 6, comenzaron en Bastión su historia de amor.

- Éramos jóvenes y teníamos ganas de vivir juntos pero no había donde,- dice él,- Y entonces me dijeron ‘hay una invasión y nos metimos aquí. Esto era puro monte, matorral, culebras, agua. ¡Pero qué culebra ni qué agua, diga usté’...yo tenía veinte y ella dieciocho. Me pasé toda la noche aquí, dando machete y en un par de días tuve todo listo. - En esa semana levantamos una casita de caña y ahí pasamos la luna de miel,- dice ella. - Ahí fue que hicimos el primer hijo,- dice él. - Y así, oiga, en ese tiempo nos alumbrábamos con un candil, lavábamos en una acequia, costaba traer agua para tomar, y después llegaban, así de repente, a tumbar las casas, con máquinas. Una vez bajaron militares en helicóptero, para asustar, disparaban ráfagas al aire... Yo pasaba muerta de miedo, pero ya estábamos aquí, embarcados... - Y enamorados...- dice él. - Esto era soledad. Después, mucho después llegó la señora de la esquina... Yo ya estaba embarazada de mi segundo hijo.

El éxodo ocurre, en efecto, como resultado de muchísimos proyectos de movilidad personal. Por lo general, la gente decide partir al comparar lo que tiene y conoce, en su entorno, con lo que espera y se imagina del nuevo lugar.

Allá lejos tras el mar

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Se comunican por internet desde las innumerables cabinas que hay en la ciudad y en el propio Bastión. Los diálogos , por lo general, giran en torno al dinero que envían los migrantes, a deudas, a pagos y a compras. A veces desde Europa piden cuentas sobre el último giro y los de aquí cuentan una selección de chismes familiares, que pueden volver loco a cualquiera, y terminan el relato con la fórmula “pero no te preocupes que acá todos estamos bien”.

La migración al extranjero desde Bastión Popular, es numerosa. No se conoce el número exacto de vecinos que han hecho maletas y se han aventurado más allá del mar. Pero se dice que la mitad de las familias, más o menos, tienen a uno o dos miembros en el extranjero, especialmente en España e Italia.

Los impactos de esta migración, al exterior, son de sol y sombra. Desde el punto de vista económico está fortaleciendo la capacidad de consumo de muchas familias de la zona, se están ampliando casas, mejorando cuartos y sus instalaciones, ese dinero permite que niños y jóvenes de esas familias puedan seguir estudiando.

Pero al mismo tiempo, están aflorando problemas en la estructura familiar y en la formación de valores. Flavio, maestro de una escuela fiscal del bloque 6, estima que la migración al extranjero, si bien está ayudando económicamente a la gente, desestabiliza emocionalmente a la familia.

“Hay casos en que papá y mamá se fueron y los chicos se siguen criando con otros parientes, les falta afecto, pierden equilibrio. En mi escuela tengo varios casos; he investigado y he llegado a la conclusión de que la ausencia de la madre, porque son mujeres las que más han emigrado, desestabiliza al niño y eso se deja ver en el rendimiento escolar”.

Por otra parte, preocupa la conducta de los jóvenes que reciben “dinero fácil” del exterior; muchos de ellos se dan a la vagancia y a un estilo de vida improductivo, que los anula.

La familia

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Según las cuentas que sacan los especialistas en medir y pesar las cosas de este mundo, en Bastión hay más mujeres que hombres y las “jefas de hogar” son numerosas; pero es mayor el número de solteros que de solteras, y la mayoría no necesita del Registro Civil ni de la Iglesia para juntarse a vivir su historia de amor. Lo hacen “por la libre”. Claro que los solteros se sienten orgullosos de su soltería y miran con pena a los casados o unidos en el vecindario, actitud que no difiere de la del resto de “machos latinos”, en cualquier rincón del continente.

¿Cómo es la familia en bastión?

No hay una sola respuesta para esta pregunta. Eso depende a qué grupo cultural pertenezcan sus miembros, cuales sean las creencias que les ayudan a vivir. Una familia negra, que vino de San Lorenzo, se organiza algo distinto de la familia mestiza que vino de Loja, Bolívar o Manabí, en tanto que las familias que han nacido en Bastión combinan tradiciones de la tierra de sus padres con los usos de la ciudad.

En algunos grupos es común la familia extensa, es decir la pareja, sus hijos, suegras, suegros, tíos y cuñados. En algunos casos este ejército acampa en una misma casa, en otros casos ocupan solares vecinos, pero comparten el plátano y la sal, las pellejerías e intimidades.

He conocido familias estables, en las que el hombre y la mujer aportan ingresos y se reparten el trabajo doméstico y las obligaciones con la escuela de los niños. He conocido hogares de mujeres solas, con muchas dificultades materiales, organizativas y afectivas. También hogares muy inestables, a causa del alcoholismo. Existen otros muy impactados por la emigración al extranjero, en los que los hijos menores están a cargo de los mayores o de parientes.

De todo hay, y las razones para que estos suceda son múltiples. Tanto que podrían dar origen a unas cuantas tesis universitarias.

Para don Gregorio, un viejo campesino fluminense que llegó a estas orillas después del último Niño, la causa de los descalabros en los hogares es porque las muchachas eligen mal a los pretendientes.

- Es que le dan más chance al vago que al trabajador, y de ahí proviene el fracaso,- afirma.

Bajo un alero del bloque 7, en una zona pobre, dentro de Bastión, me senté a conversar con tres mujeres sobre la familia. Tanyi, líder juvenil, Tania, estudiante de sociología y doña Margarita, ama de casa, todas de la comunidad afro-ecuatoriana. Alegres y con esa pizca de insolencia con que los esmeraldeños hablan de lo humano y lo divino, examinamos el tema.

¿Quién manda en la casa?

- En el ambiente de nosotros, siempre el que ha mandado es el hombre,- me contestó Margarita.- Hasta ahora que la mujer se está dando cuenta que no solo puede mandar el hombre. Aunque yo pienso que nadie debe mandar, sino llegar a una comprensión entre pareja, hablar, acordar. Antes era todo el hombre, una no podía mover un dedo sin decirle, porque venía el golpe, pero ahora ya es menos... - Claro que la hermana le sigue lavando la ropa al hermano y planchando,- dice Tania. - Algunos ya lavan su propia ropa,- defiende Margarita. - Pero son pocos,- porfía Tanyi. - Tomemos por caso mi hijo: él se acostumbró a mandar a su hermana "vaya haga esto, lo otro..., yo no puedo hacer porque soy hombre." Se quedó así, no hace nada, todo hay que hacerle... -dice Margarita. - Y es que las propias madres los hacen machistas,- afirma Tania.

¿Quién recibe el primer plato?

- Al hombre se le sirve primero y la mejor presa,-dicen las tres y se ríen. - Pero, en nuestra cultura negra, si hay personas mayores, el suegro, la suegra, es a ellos primero. De ahí viene el resto y después a los niños. La mujer come al último,- explica Margarita.- Claro que el hombre está que mira, y si se da cuenta que no alcanza dice ‘esta se ha queda’o sin ná’ y comparte el plato.

Patrones de conducta similares observé en otros grupos de migrantes, costeños y serranos, que conviven en Bastión.

¿Es frecuente que un hombre tenga dos hogares?

- Uuuh, y hasta tres,- confirma Margarita, riendo-. Entre nosotros hay bastantes casos.

¿Y hay conflictos por eso?

- Si una de ellas es celosa, ahí sí, una le arma problema a la otra, ponen al hombre al medio, y se arma el bochinche.

- Pero es cuando el hombre no es equitativo,- explica la estudiante.- Si busca a dos, tanto a la una como a la ora la debe tener igual, si no, mejor no se meta.-

- Y tiene que dormir en las dos casas, tres días en una y tres días en la otra, porque si no, bochinche de nuevo,- explica Tania.

- Aquí tenemos el caso de esos muchachos,- continúa Tanyi, y con la mirada da a entender a quienes se refiere.- Cada uno con dos mujeres, pero es que el papá también tuvo dos.

- Y mi papaá tuvo tres, si quiere saber,- agrega Margarita. Hasta unos versos tenía pa’ conquistar mujeres, y decía:

¿Quién es esta que está aquí? ¿Quién es esta hermosa rosa? Tu madre debe de ser una estrella reluciente, tu padre por consiguiente es un hermoso clavel que naciste de ella y d’el, negra, amable y buena moza.

- Eso tiene que ver con la cultura afro,- explica Francisco, que se integró a la conversación.-En África un hombre tiene seis o siete mujeres, para mostrar poder, riqueza. Mucho de eso se transmitió a nosotros. Mi abuelo tenía una en Esmeraldas, otra en Santo Domingo, otra en Guayaquil y también en Milagro...,donde él llegaba tenía donde llegar.

- Sí, sí, porque mi papá, en ese chiste, llegó a tener doce hijos, y a las dos las tuvo viviendo juntas.

¿Qué pasa con los niños?

- Los niños no se hacen mayor problema, se adaptan a la situación,- responde Tania.- El problema es el papá que, como se ve por aquí, se desentiende de los hijos, y ahí volvemos al caso de las madres solas, llevando el hogar, y de los niños sin orientación de padre.

Flores, hierbas y comidas

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De todo este viaje a la intimidad de Bastión me queda, además, un cuaderno lleno de consejos culinarios, y nombres de hierbas sagradas para los dolores y nombres de flores contra el infortunio, dados por mujeres y por hombres, que junto con sus colchones y “tereques”, trajeron de su tierra una cultura.

Bastión es, entre cosa y cosa, un libro de cocina, que todavía no se ha escrito. Usted encuentra aquí el arroz con coco, de los esmeraldeños, el arroz con leña, de los manabitas, y el arroz con leche de los bolivarenses; cualesquiera le da una receta para preparar ceviche o para que usted haga el “verdadero” encebollado (no como el que venden en la esquina), o la cazuela de pescado “levanta muertos”, o el mejor bolón de verde que usted haya podido imaginar jamás.

Hay quienes cultivan, en macetas, las hierbas fragantes para aderezar sus platos. Y las hierbas sagradas que devuelven la salud. Flores hay aquí, por donde mire: en balcones, en puertas y ventanas. “Y es que donde hay flores, no entra la pobreza”, aseguran las vecinas.

Crecer en Bastión

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Los ojos también son un idioma, como idioma es el mar o las montañas o la selva. Los niños hablan en el idioma de los ojos y a través de ellos transmiten la luz de la tierra de donde vinieron sus padres.

Esto lo aprendí en las calles de Bastión, hablando con los niños, acompañándolos mientras pintaban el retrato de su barrio, mientras me contaban sus fantasías, sentados en el suelo, a la salida de la escuela. Como en todas partes, ellos transforman la materia burda en objetos sorprendentes y expresan sus emociones con aquella transparencia que, cuando adultos, casi todos perdemos.

- Yo quiero ser arqueólogo,- me dijo uno,- y quiero descubrir la tumba de Moisés.

- Yo quiero ser doctor de perros,- dijo otro,- porque hay muchos perros enfermos y asustados, porque hay un señor, en la otra calle, que mata perros y los hace cinturones y billeteras, para vender...

- Yo quiero bailar en la televisión,- dijo una chica.

- Y yo me quiero ir a España, y allá me quiero casar- dijo otra chica, produciendo un revuelo entre los demás ...

Queda una sonrisa, cerca del alma, cuando oyes a los niños.

Realidades que muerden

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Los médicos y profesores con los que conversé, se mostraron preocupados por la desnutrición que afecta a un gran número de niños, y que ellos definen como “grave”. Si a la desnutrición se agrega la insalubridad del ambiente, tenemos una bomba. Parasitosis, tifoidea, diarreas, dengue, paludismo, tuberculosis, son las enfermedades más frecuentes. Las instituciones que trabajan en salud y educación hacen lo que pueden, pero los males persisten,

“La desnutrición de nuestros chicos es un problema serio. Hay estudiantes que se desmayan a las nueve o diez de la mañana porque no han desayunado o no han merendado; hay estudiantes con dolor de cabeza o de estómago y hay que llevarlos al médico, pero es hambre. Si usted hace una encuesta en un paralelo “X” y pregunta cuántos han venido desayunando verá que ni siquiera es la mitad.. La colada y la galleta que se les da, ayuda en algo pero no es todos los días”,- me explicó Pablo, Director de una escuela, con más de mil alumnos, en el bloque 10.

¿Y después de la escuela, qué?

Pablo me cuenta que algunos se han desempeñado muy bien en otros colegios, que han resultado muchachos brillantes, otros no tan brillantes pero se han superado y se defienden, “ así mismo me he encontrado en los carros, en la calle, con chicos vendiendo caramelos, haciendo payasadas en los vehículos, cantando, otros ya con aretes y tatuajes, chicos que están en pandillas, chicos que son asaltantes, y que nos respetan porque fuimos sus maestros, pero ya están en esas...” De cincuentas jóvenes que terminaron el décimo grado, el año pasado, en ese plantel, veinticinco han seguido estudios en otros colegios y costó mucho para que los admitieran. “Me hice padrino de ellos y fui con las carpetas a cada colegio para que me los recibieran. A veces me decían que los niños debían tener 18, como mínimo, para aceptarlos”, dice el Director.

Jorge, profesor de escuela, en otro bloque de Bastión, aporta un nuevo elemento al cuadro: ”le cuento el destino de un año básico, de hace doce años atrás, cuando yo empecé a educar,- me dice.-Era un grupo de unos cincuenta niños. Ellos ahora tienen 18-19 y 20... Algunos son comerciantes, otros choferes, hay albañiles, obreros, otros se han casado... De ese grupo, solo dos están en la universidad, un porcentaje demasiado bajo”.

Marginación

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Si una persona de Bastión quiere comprar un electrodoméstico a crédito, no puede dar su verdadera dirección, porque entonces no habrá crédito. Y aunque pague al contado el refrigerador no se lo enviarán a su domicilio; y los taxistas arrugarán la nariz cuando les pidan ir a dejar pasajeros allí, mientras que los muchachos y muchas que postulan a colegios de otros barrios de Guayaquil saben que es muy difícil conseguir matrícula si vienen de una escuela de Bastión. ¿Cómo perciben esto los habitantes del sector?

“A esto han contribuido ciertos medios de comunicación que manejan un estereotipo según el cual los de Bastión son negativos, son gente violenta,- opina Francisco, misionero católico, del bloque1- Pocos medios hablan bien, la mayoría habla negativamente, sin darse el trabajo de venir aquí a saber cómo son las cosas. No pocos vecinos han tenido problemas a la hora de buscar trabajo, por vivir en Bastión”,- agrega.

Don Ramiro, boticario en el bloque 4, es más taxativo: “Me disgusta la injusticia hacia los pobres de parte de los grupos sociales que tienen poder y que se creen mejores,- dice.- se margina a este sector, como que aquí vive la peor gente, que si vives en bastión no eres nadie, que si vas a Bastión hay delincuentes..., eso se repite en las conversaciones y en la prensa. Problemas sí hay, pero no a ese extremo. Tenemos problemas de pobreza, de marginación, falta de obras básicas, inseguridad, pero nosotros somos los más interesados en que se solucionen estas cosas”.

La segregación hacia la gente que vive en barrios marginales se da en todas partes y se basa, por lo general, en prejuicios. Y los prejuicios nacen del desconocimiento.

En Bastión Popular, como en cualquier otro conglomerado humano, existe una estratificación social: hay sectores más pobres que otros, hay familias que se han educado mejor que otras, hay comerciantes y técnicos medios con buenos ingresos, vecinos de los que solo pueden comer una vez al día. Usted encuentra aquí profesores, médicos, sociólogos, secretarias y contables, con mayor poder de consumo y demandas culturales que otros grupos sociales.

Lo que tienen en común es pertenecer a una zona marginal y pagar el precio de la leyenda, gris o negra, que la rodea. La marginación tiene aspectos materiales, administrativos y psicológicos que arrinconan a un grupo humano y torpedean su autoestima.

Empero, “la necesidad crea el órgano”, reza una ley de la biología, y algunos ingenioso se las arreglan para romper el cerco de los prejuicios, con humor.

Conocí a Ivonne, vendedora de una empresa que distribuye perfumes. Es de esas mujeres guapas, de Manabí, que de acuerdo a los estereotipos en boga debería vivir en algún barrio exclusivo, pero no, vive en Bastión. Un día, una compañera suya le preguntó: - ¿En qué urbanización vives?

Ivonne, sabiendo la reacción que iba a provocar si decía: “en Bastión Popular”, cambió rápidamente el acento y dijo: - “En la urbanización Bástion Dos, al norte”.

Y como eso sonó medio gringo, la otra quedó satisfecha. Había salvado el status.

“La próxima, que me pregunten,- dice Ivonne- en vez de Bastión les voy a decir Bóston, y verá lo contentas que se van a poner”.

La organización

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En cualquier bloque te dicen: aquí las organizaciones no duran mucho. Si hay problemas con el agua, se forma un comité para el agua, si hay líos con la luz o el teléfono, se arma un comité para eso, y después se disuelve. Cuando preguntas cuál es la razón para tal inestabilidad, te dan explicaciones diversas: “No hay hábito de organizarse”, dice una vecina; “Mucho individualismo”, afirma otro; “Es que hay mucho vivo, que organiza a la gente para sacarle plata, nada más”,- denuncia otro vecino; “La gente está acostumbrada al pan en la boca”,- critica alguien; “Nadie quiere meterse a organizar nada, para no verse enredado en la lengua de los desocupados, que aquí abundan”,- dice otra moradora. Sin embargo, la comprensión de que se necesitan organizaciones barriales más fuertes, es clara en mucha gente, especialmente en las mujeres.

Asistí a una reunión masiva, de los vecinos del bloque 11, poco después de iniciarse la intervención del Programa ZUMAR en el sector. La hicieron un viernes por la noche y todos llegaron vestidos de domingo. Había excitación y optimismo en el ambiente. Los asistentes hablaron de la falta de alcantarillado, de las aguas sucias que se vierten a las calles, se estancan y se convierten en criaderos de mosquitos, de las inundaciones provocadas por las lluvias, de las calles calamitosas y del desempleo... Se habló de los problemas que le duelen a la mayoría, y hasta allí todos estuvieron de acuerdo. Cuando analizaron el “cómo” solucionarlos surgieron controversias: “Hay que pedirle al Municipio que haga la obra...”, dijo uno. “Pero a usted le van a preguntar qué ponemos nosotros”, lo atajó una mujer, del tumulto. “Nadie ve por nadie, señora, acuérdese lo que ha pasado siempre: uno trabaja y los otros miran”,- porfió el hombre. “Sí, pero usted no eche la vida pa’tras,- lo enfrentó otra mujer,- Pensemos positivo y veamos modos de hacer algo”.

En fin, me quedó claro que la mayoría quiere mejorar la zona; que atisba una salida a través de la organización, pero requiere de un liderazgo de nuevo tipo, transparente y ágil, que todavía hay que construir.

En todo caso, existen una serie de organizaciones empeñadas en fortalecer su representatividad, para orientar el trabajo social en amabas etapas.

También usted encuentra grupos de trabajo de la más diversa índole, alrededor de instituciones venidas de fuera – Cruz Roja, Iglesia Católica, Niñez Internacional, Ministerios de Salud y Educación, Municipio, INNFA y ahora ZUMAR... -

Son las siglas del proyecto de desarrollo de las Zonas Urbano Marginales de Guayaquil – Bastión Popular.

En diciembre de 1999, la Comunidad Europea y el Municipio de Guayaquil firmaron un convenio para ayudar a Bastión Popular a que mejore sus condiciones sanitarias y sociales, y desarrolle la capacidad de gestión de su gente, utilizando para ello métodos participativos e integrales.

El proyecto, que dura cuatro años, tiene un costo total de 8 millones 650 mil euros, de los cuales 6 millones pone la Comunidad Europea, como contribución no reembolsable; y 2 millones 650 mil euros, el Municipio (que equivale a una cantidad similar en dólares norteamericanos).

Las áreas de intervención del proyecto son:

Al final de los cuatro años previstos, se habrán construido: un Centro Médico Materno Infantil, un Centro de Atención Municipal Integral y un Centro de desarrollo Infantil.

Se habrán rehabilitado centros de desarrollo infantil, operados por el Instituto Nacional del Niño y la Familia e instituciones locales; se habrá equipado el Área 12 de Salud, que funciona en Bastión Popular. Se habrán rehabilitado vías internas y canales de aguas lluvias; se habrá extendido la cobertura del agua potable y mejorado la recolección de aguas servidas.

Se estarán manejando mejor los desechos sólidos; se habrán recuperado áreas verdes, parques y se habrá construido un centro recreativo, con participación comunitaria. Se habrán formado comités de gestión barrial, a través de un plan de capacitación en gestión, entre otros resultados...

Del dicho al hecho

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La ejecución del proyecto está en marcha desde enero del año 2002, y al frente de las operaciones hay dos co-directores : Graciela (ecuatoriana), y Alfredo (italiano), ambos profesionales con vasta experiencia en proyectos de desarrollo.

Con la curiosidad por saber cómo le ha ido al proyecto, en su fase inicial, conversé con ellos sobre los momentos más significativos que ha tenido esta experiencia en Bastión.

Un momento importante, estiman ellos, es el traslado de la sede del proyecto al bloque 11 de Bastión. Esto hizo más operativo el trabajo y el proyecto ganó en aceptación, por parte de la comunidad, que ve con buenos ojos que su Unidad de Gestión esté en la trinchera.

El trabajo es con la gente

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La brújula de ZUMAR, en Bastión, es trabajar con la gente, involucrando a todo el mundo.

“No vemos otro camino para que este esfuerzo se sostenga en el tiempo”,- dice Alfredo

La idea es ir creando una audiencia social, lograr que los vecinos asuman un compromiso para aportar al bien común, ya que lo acostumbrado es recibir, unirse alrededor de cosas puntuales.

“Si nosotros planteamos una obra, ellos van a responder puntualmente a la obra. Lo que buscamos es organizar y fortalecer a la gente para ir creando con ellos un sistema de planeación-acción, de manera que el proceso tenga soporte y se prolongue más allá del Programa”,- me explica Graciela.

Otro elemento que se integra a la metodología de trabajo, en esta fase inicial, es la de aprovechar la institucionalidad existente en la zona y fortalecerla. Por un lado, se las está integrando a través del Comité de Coordinación, que reúne a instituciones, Municipio y comunidad, y por otro lado se ejecutan trabajos con las instituciones, dentro de la comunidad, para afianzarlas. Es el caso de Ser Paz, organización que trabaja con pandillas y chicos “de riesgo”en todo Guayaquil, incluido Bastión. Ellos tienen experiencia en este tema y lo lógico, entonces, es potenciar su trabajo. Luego todos los aprendizajes de la experiencia pasarán a ser instrumentos metodológicos del CAMI (Centro de Atención Municipal Integral), que seguirá trabajando en el área, cuando ZUMAR ya no exista.

Factores que han dificultado el trabajo

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Hablando de los factores que han dificultado la intervención de ZUMAR, en su fase inicial, Graciela y Alfredo señalan que en el sector aún es fuerte el caciquismo, el clientelismo y las soluciones de parche a los problemas. La percepción que ellos tienen es la de una población poco vinculada, como muchas islas, con pocas conexiones entre sí. Esto representa una dificultad.

“El desafío para el proyecto es ir creando vínculos entre sectores de la población (jóvenes, artesanos, etc.) y orientarlos hacia actividades productivas. ¿Cómo hacer esto? La vida lo dirá, habrá que irlo construyendo”, reflexiona Alfredo

Factores que han ayudado

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Como factores que han ayudado al proceso, hasta ahora, está la decisión de operar directamente en Bastión; pero también la de mantener una política de total transparencia e información abierta a todos, sobre el avance del proyecto y el uso de recursos; esto va acompañado de una relación horizontal con la comunidad.

Todos estos factores, a juicio de Graciela y Alfredo, co- directores del proyecto, han generado confianza, y la confianza es la piedra angular que sostendrá este esfuerzo, en el que cooperan el Municipio de Guayaquil, la Comunidad Europea y los vecinos de Bastión Popular.

Amanecer

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La vida en bastión se inicia temprano. La inician los gallos, que lanzan su desafío al nuevo día desde los patios, cercanos y lejanos. A las cinco de la mañana empiezan a salir los trabajadores, en su mayoría mujeres, que van a las fábricas. Aún con las sombras del sueño dibujadas en los párpados, las mujeres dan instrucciones a sus hijos, hacen encargos a las vecinas, resuelven problemas de última hora y se van. En los propios barrios de Bastión las tiendas, panaderías y puestos de verduras y ventas de pescado, comienzan también a esa hora.

A partir de las seis se mueven los estudiantes, niños y adolescentes. Pasan las madres con los más pequeños de la mano; pasan los albañiles, los plomeros, los cerrajeros, guardias, vendedores ambulantes, electricistas, muchachas de uniforme, empleadas en alguna oficina... Altos, bajos, negros, blancos, mulatos, sonrientes, bulliciosos o preocupados, como en cualquier otro lugar del planeta. Van al trabajo. Van a otras zonas de Guayaquil a ser parte del pulso cotidiano de la ciudad. Una parte se queda sin nada que hacer: son los sin trabajo, en su mayoría jóvenes, que tampoco pudieron seguir estudiando.

El día en bastión se va desgranando: pasan los comerciantes voceando sus mercaderías, cunde el ajetreo en las cocinas, desde las ventanas y a buen volumen, se oyen canciones de amor o canciones de cantina, al mismo tiempo, según sea el ánimo de cada cual.

Al caer la tarde regresarán del trabajo, de sus ocupaciones en casas, calles, oficinas, hospitales o colegios de otros rincones de la ciudad. Cada cual con sus preocupaciones y sus alegrías, sus empeños y derrotas y con la esperanza de que mañana “nos irá mejor”.

Al fin y al cabo, las dificultades se parecen a los perros: muerden solo a quienes les tienen miedo.

Datos generales de Guayaquil

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País: Ecuador

Provincia: Guayas

Ciudad : Guayaquil.(Ciudad portuaria con 2 millones de habitantes).

Altitud: 4 metros sobre el nivel del mar.

Clima: En Guayaquil y en general todo el Ecuador, se presentan dos estaciones: lluviosa (invierno) de enero a mayo y seca (verano) de junio a diciembre. En la ciudad de Guayaquil el clima es cálido húmedo, con temperaturas promedio que oscilan entre de 21 ºC (mínima) y 30.4ªC, (máxima) con una humedad anual promedio de 76%.

El clima de Bastión Popular corresponde al de la ciudad de Guayaquil.

Ubicación: Bastión Popular está ubicado en el norte de Guayaquil, entre la vía Perimetral y la autopista Daule, Kms.10.5 y 14.

Extensión : 320 hectáreas Población : 80 mil personas, provenientes de todo el país. Características socioeconómicas: Guayaquil presenta gran desigualdad en la distribución de ingresos; hay barrios sumamente ricos y barrios de extrema pobreza. Bastión Popular es considerado ultra marginal, con el 82% de pobreza.

Vivienda : El 90 % es propietario de la vivienda. En el 70% de las viviendas hay hacinamiento. De ellas, más de la mitad alberga a cinco personas o más, por habitación.

Escolaridad: El 90 % de los niños va a la escuela primaria. Existen 14 escuelas fiscales que trabajan en horario diurno, vespertino y nocturno. 80 escuelas particulares. 1 colegio, en el bloque 1B, con horarios diurno, vespertino y nocturno, que prepara bachilleres contables.

Principales problemas: No hay alcantarillado (situación higiénica muy crítica).Vías internas de acceso en malas condiciones (especialmente en periodos de lluvia). Hay deficiencia en la recolección de basura. Polución del aire (polvo, malos olores). Desnutrición infantil. Violencia doméstica. Inseguridad. Desempleo...

Fuente: Sistema de Información Local, Bastión Popular (SIL)