Luis Rodríguez Seoane
Un brindis me pedís?..... Hubo una idea
Pura al nacer que se adornó de gracia
Y como el soplo eterno crea
Otro mundo de luz la democracia.
Oyó el grito del hombre que padece
Y su consuelo fué: sobre azucenas
El pudor de la vírgen ya se mece,
Rotas en tierra yacen las cadenas
Brilló en Grecia su luz, grande fue Grecia
Rico dosel estiende sobre Roma,
Y ante el honor marchito de Lucrecia
Indignada su faz el pueblo asoma.
Vedla sufrir! prepara el fanatismo
Ya de triunfo muestras placenteras,
Pero la idea rie ante el abismo
Y vuela en el vapor de las hogueras.
Ella como la lira de Tirteo
Hierro á las manos dá, fuego á la mente,
En su fúnebre cárcel Galileo
Un porvenir de glorias le presiente
¡Hermoso porvenir! bajo tu velo
Rico un edén ofreces á la vista:
No puede ser estéril ya tu anhelo
Ni tú trabajo resignado artista!
No lo dudeis, del pueblo defensores,
El porvenir se encierra en vuestras manos,
Atras! nobleza, títulos y honores,
Y oiga el mundo una voz, la voz de hermanos.
Esa voz, esa voz, solo venida
Pudo ser desde el Gólgota, suave
Como la tierna y blanda despedida
Que á la tumba del sol dirije el ave.
Esa voz, esa voz, y solo ella
De la razón dormida es el aviso
Es el cielo luminosa estrella
Y de la tierra forma un Paraíso.
Tú llevaras ventura á los hogares
Y al corrompido mundo la armonía:
Pobre bardo, te ofrezco mis cantares,
Pobre bardo, á ti doy mi idolatría.
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Eduardo Pondal
Brindo por quien, señores, la victoria,
Muerto mas no vencido, dio al tirano;
El ilustre varón de alta memoria,
El célebre catón republicano:
De nuestra idea a la futura gloria;
Y brindo por el pueblo soberano,
Y quien acate, libre como el viento,
El vuelo del humano pensamiento.
Oye, ¡oh pueblo!, sectario de una Idea,
Bendecida por Dios: oíd hermanos;
No abandonéis el campo de pelea;
Todos sois en la tierra soberanos.
Ya rompe nuestra aurora y centellea,
Y ha quemado la frente a los tiranos,
Que cobardes, los ciega y les asusta
El resplandor de la verdad augusta.
Campeones de Dios, sabio y clemente;
Iguales os formó la naturaleza:
Soltad el vuelo a la abrasada mente,
Levantad a los cielos la cabeza.
Decid: ¿quién hizo al hombre diferente
De su hermano? ¿Quién dio mayor nobleza
al corazón de un déspota tirano,
que al honrado sudor del artesano?
Responded: ¿No sentís todos latiendo
Gigante un corazón dentro del pecho,
Un pensamiento en la cabeza ardiendo
Que a todos juzga con igual derecho?
¿Hay razón a que uno esté gimiendo
Y duerma el otro en el dorado lecho,
Convirtiendo de Dios los hijos bravos
En tropel de reptiles y de esclavos?
Y tú, pueblo, el que sufres resignado,
El que das hijos a la inicua guerra,
El que haces, pobre, de sudor bañado,
En pardas mieses reventar la tierra;
Tú, que ignorante vives y humillado,
Tu grande provenir en ti se encierra.
¡Pueblo libre!: levántate, y, valiente,
El sol contempla con osada frente.
No hay vallas para ti: sobre ti brilla
Grande la libertad; libre es tu ciencia:
Tu corazón sagrado y sin mancilla;
Libres tu pensamiento y tu creencia;
Un baldón de tu raza la cuchilla
Que viola la voz de tu conciencia.
¿Quién es tu juez, oh pueblo? No tu hermano:
Tú eres de ti mismo el soberano.
No es tu suerte alcanzar sangrienta palma
Para un poder sin leyes y sin vallas;
El quebrantar las alas de tu alma,
Y el entregar tu cuerpo a las batallas:
No servir como esclavo a quien con calma,
Te mira revolverte en las metrallas
Y, enemigo inhumano de tu vida
Asaltarte en combate fratricida
Caiga, pues, esa turba de reptiles
Que ostenta con orgullo sus blasones:
Písalos todos cual gusanos viles:
Queme el fuego sus necias distinciones,
Y habiten los cernícalos sutiles
La oscura soledad de sus mansiones,
Y arrebaten los roncos torbellinos
El montón de sus viejos pergaminos.
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Aurelio Aguirre
Sol de la libertad, tu lumbre dame.
Deja que el fuego que en tu rayo brilla
mi generoso corazón inflame.
Y bajo el cielo de la fiel Castilla,
entonaré mi canto… Haré que llame
a los vástagos dignos de Padilla,
para decirles de su gloria en nombre
que no ha nacido para esclavo el hombre
Que es hechura de un Dios omnipotente,
y que su imagen esculpida lleva,
para eterno blasón, sobre la frente
que con orgullo al firmamento eleva.
Y que su origen celestial desmiente
y alma mezquina y miserable prueba,
el que teniendo corazón y manos,
sufre el yugo sin ley de sus hermanos.
Todos hijos de un padre hemos nacido
y es mengua el privilegio de la cuna;
honra da la virtud, no el apellido,
ni el halago de próspera fortuna.
Cristo es hijo del pueblo. Él ha querido
que la familia humana fuese una,
y que solo a los justos, desiguales
fuesen ante la ley los criminales
Al nacer de un honrado carpintero,
desnudo en el portal, lección sublime
ofrece de igualdad al mundo entero.
Ve que la humanidad esclava gime,
y generoso expira en un madero
por librarla del yugo que la oprime.
¡Y el hombre imbécil, mísero gusano,
se transforma en verdugo de su hermano!
Déspotas insensatos de la tierra,
temed, temed el día tremebundo
en que gritando ¡Libertad y guerra!
se estremezcan los ámbitos del mundo.
Temed, temed: al pueblo no le aterra,
cuando rompe sus frenos iracundo,
la necia pompa y esplendor del trono…
Todo lo vence al fulminar su encono.
Venid a mí los que miráis la vida
solo de amargos sinsabores llena,
los que lleváis la frente desteñida
por el hambre y la sed, al mundo ajena;
y vosotros, ¡oh turba envilecida!,
que arrastráis indolentes vil cadena,
jornaleros, esclavos y mendigos,
venid a ser de la verdad testigos.
Pueblos de Europa , pueblos de la tierra…,
no hay más que una nación y un soberano
que a cuanto el orbe en su contorno encierra,
dio vida con su aliento sobrehumano.
Alzad, ¡oh pueblos!, un pendón de guerra,
y el infante, y el joven y el anciano,
seguidlo si hay valor en vuestros pechos,
y haced prevalecer vuestros derechos.
Sí, pueblo libre…., tus derechos vela.
Vela tu santa libertad querida.
No te duermas, sagrado centinela
de tu honra propia y de tu propia vida.
Si el político mar calma revela,
la tormenta quizá ruge escondida
debajo de sus límpidos cristales,
¡y, ay de ti, si a la mar sin rumbo sales!
Jornalero, levántate y despierta.
Abandona un momento los talleres,
que tu sueño al baldón abre la puerta.
Vela por tus derechos, si no quieres
ver de tus hijos la deshonra cierta…
Si no quieres mirar a tus mujeres
arrastrando por ti, las infelices,
el epíteto vil de meretrices.
¡Oh!..., no. Venid los que al sagrado acento
de patria y libertad, a la pelea
corréis sin vacilar: venid, yo siento
que en mi espíritu ardiente centellea
fogosa inspiración: Sí, dad al viento
vuestro libre pendón, y el mundo vea
que somos grandes y lidiar sabemos,
cuando ultrajada nuestra frente vemos.
Harto, pueblo leal, hemos sufrido.
Fue vergonzoso sufrimiento tanto,
mas, dignos de otra suerte hemos nacido.
Se alzará de una vez el grito santo
y sonará el cañón. A su estampido,
libre y guerrero entonaré mi canto,
y os guiaré con él a la victoria
o a morir en la lid, pero con gloria.
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