Balsa de Flores
Aquel caserío tenía un modo
de ser, especial:
el aire más fresco, más límpido, y todo,
¡todo era un paisaje pintado en cristal!
Por lo suave y dulce, por lo plañidera,
la voz de las aves casi era un suspiro...
Y era azul la sierra, la sierra lejana, cual si uno la viera
detrás de un zafiro...
Para la tristeza de aquellos senderos
tenían las flores perfumadas frases;
y en los tamarindos, con los clarineros,
gemían zenzontles, lloraban torcaces...
Los ranchos de tejas por el sol doradas,
agrestes surgían entre el rumoroso verdor de las cañas,
y los limoneros dábanle sus sombras aterciopeladas
al balcón abierto frente a las montañas.
Y tú eras la esquiva, morena poblana;
y yo era el viajero lleno de ilusión;
y cuando asomabas ¡qué linda se hacía la alegre mañana
como si brotaran rosas del balcón!...
Y balsa de flores fueron tus amores,
morena, poblana, miel de los cañales...
Y mi amor fue el agua que lloró raudales
para que flotara la balsa de flores...