Baladas españolas/El fuego fatuo


Sobre la enhiesta loma, entre el tapiz de flores,
cuando su carro Febo sepulta en el nadir,
me place mi tesoro de luz y de fulgores
vertiendo entre los pliegues de las tinieblas ir.

El amador mancebo que la señal espera
para volar al seno de su querida fiel,
por mí tuerce engañado su rumbo y su carrera,
y me maldicen ambos, la enamorada y él.

Si en el desierto rugen los fieros huracanes,
y el caminante pierde rumbo, esperanza y luz,
la mía le conduce a simas y volcanes,
y do buscaba asilo, encuentra el ataúd.

También sobre las ondas a su feroz arrullo
el náufrago me mira agonizante ya:
apenas de alegría su voz alza un murmullo;
y nada, y nada, y siempre estoy yo mas allá.

Volando en los espacios corno la mente loca
mi luz es el deseo que, mata sin sentir,
el vaso de ambrosía que nunca el labio toca,
el postrimer fantasma que vemos al morir.

Imagen soy del mundo: mi resplandor atrae
al náufrago, al viajero, al rondador doncel;
cercado estoy de abismos: si alguno en ellos cae,
imagen soy del mundo... ¡rogad a Dios por él!