Baladas españolas/Dos santos y un rey


¡Hurra! allí están. -Los turbantes,
y las corvas cimitarras,
semejan mares sangrientos
con sus espumas de rabia.
-Rey Alfonso, rey Alfonso,
¡y les vuelves las espaldas!
¡La media luna
ya te acobarda!
¡Ay de mi España! ¡ay de mi España!
si te vencen los moros en las Navas.

El rey grita: -«Caballeros,
»o a través de la montaña
»les caemos de improviso,
»o es la lucha temeraria.
»¡Y en la montaña no hay vía,
»que ni pájaros la pasan!
»¡Maldita Sierra
»Morena ingrata!
»¡Ay de mi España! ¡ay de mi España!
»si me vencen los moros en las Navas.»

Con un río se han topado...
¡Hurra! adelante, y al agua;
mas los caballos vacilan,
que es la corriente muy brava.
A pasar probó un ginete
y tumba halló entre las algas.
¡Día terrible!
¡cuánta desgracia!
¡Ay de mi España! ¡ay de mi España!
si nos vencen los moros en las Navas.

EL REY
«Pastorcica, pastorcica
»la que tus pañales lavas
»la del angélico rostro,
»la de la sonrisa casta,
»yo soy el rey de Castilla,
»que quiero entrar en batalla,
»pero este río
»mi paso ataja.
»¡Ay de mi España! ¡ay de mi España!
»si me vencen los moros en las Navas.»

LA PASTORA
«Señor rey, yo a mi marido,
»que allá arriba en la montaña
»apacenta sus ganados,
»voy con la bendita gracia
»a llevarle el alimento
»todos los días sin falta.»

EL REY
«¿Pasas el río?
»¿cómo lo pasas?
»¡Ay de mi España! ¡ay de mi España!
»si me vencen los moros en las Navas.»

Ligera la pastorcica
como los soplos del aura,
el cendal de su cabeza
estiende sobre las aguas.
Atónito el rey la mira
cómo boga, cómo nada;
y grita, lleno
de confianza:
-«¡Viva mi España! ¡viva mi España!
»que venceré a los moros en las Navas.»

Los caballos de las bridas
sueltos, en tropel se lanzan;
los ginetes uno a uno
sobre el pañizuelo pasan.
Y oraron en la otra orilla,
y el rey vertió dulces lágrimas,
viendo la mano
de Dios tan clara.
-«-¡Viva mi España! ¡viva mi España!
»que venceré a los moros en las Navas.»

EL REY
-«¡Sus! ¡a la lid!
Los trotones
en los peñascos resbalan,
que van cargados de acero
y es pedernal la montaña.
En vano los acicates
se ensangrientan, se desgarran...
Todo es despecho;
todos desmayan.
¡Ay de mi España! ¡ay de mi España!
que nos vencen los moros en las Navas.

Como el lucero del día
entre el celaje del alba,
un labrador aparece
sobre la cumbre más alta.
Mansas ovejas besándole
las manos, en torno balan,
y el rey al cielo
mira al mirarlas.
¡Ay de mi España! ¡ay de mi España!
que nos vencen los moros en las Navas.

EL REY
«¡Ah, guardador del rebaño!
»¡ah, pastorcillo del alma!
»yo te ruego que me digas:
»¿cómo cruzas la montaña?
»Cuenta, pastorcillo, cuenta
»que espera el moro a la falda,
»y busca al moro
»gente cristiana.
»¡Ay de mi España! ¡ay de mi España!
»si nos vencen los moros en las Navas.»

«Fía de Dios, rey Alfonso,»
(los ecos del monte claman)
y de ser reconocido
el rey Alfonso se pasma.
Mira al pastor a su lado,
que ancha senda le señala,
y a Dios invoca
y a ella se lanza.
«¡Viva mi España! ¡viva mi España!
que venceré a los moros en las Navas.»

EL REY
Guía, pastor.

EL PASTOR
Dios le guía.

EL REY
Que es áspera la montaña.

EL PASTOR
Así es la senda del cielo.

EL REY
Sepa yo cómo te llamas.

EL PASTOR
Isidro.

EL REY
Dios te lo pague,
Isidro.

EL PASTOR
Dios siempre paga.

EL REY
¡Sus, caballeros!
¡a la batalla!
¡Viva mi España! ¡viva mi España!
¡a vencer a los moros en las Navas!