Balada rusa
Quería tanto á su Nora, que no podia estar un día sin verla, y ella amaba de tal suerte á su Iván, que para enviarle una sonrisa y un beso en la punta de sus lindos dedos, cuando acertaba á pasar, permanecía constantemente ocupada en su trabajo, delante de la ventana en el caserón, triste y sombrío.
En el caserón triste y sombrío, la ventana por donde veia pasar á Iván, se oscureció un día, porque el invierno llega presto en Rusia, y llenando los vidrios de arabescos de escarcha, destruyó toda su dicha; pero Nora hacia derretir los arabescos de escarcha con su aliento ó escribía en ellos el nombre de sus pensamientos.
Escribía el nombre de sus pensamientos tan amenudo, que su padre sorprendió el secreto, y en la noche, á pesar de la nieve y el frío, llevó á su hija al confín de las estepas de la Finlandia. De suerte que el día siguiente, en lugar del rostro delicioso de Nora, rodeado de los arabescos de escarcha, no vio Iván sino una ventana cerrada.
No vio sino una ventana cerrada el día siguiente y los sucesivos; entonces, lleno de angustia se dirigió á la hechicera Kirsba, para saber en que lugar habian llevado á su amada.
Para saber en que lugar estaba su amada fué á consultar á la hechicera:—Vuelve á tu casa, le dijo; en la puerta te espera un droschky; no te inquietes por nada, el caballo te conducirá á donde quieres ir; cuida únicamente de volver antes de ponerse el sol.
Vuelve antes de ponerse el sol, le habia dicho la hechicera; pero habiendo encontrado sola á su amada, en una casita del bosque, se olvidó de la recomendación hasta la noche, y al darle los últimos besos llenos de promesas y proyectos para el porvenir, vio que el sol se hundia en el negro bosque de abetos, que debia atravesar á su regreso.
Debia atravesará su regreso un negro bosque de abetos; subió apresuradamente en el droschky; el caballo partió al gran trote sin oírse sus pasos sobre la nieve y en el dintel de su puerta, Nora, sonriendo, la enviaba besos, gritándole:
— Vuelve pronto.
Vuelve pronto, repetía Nora, mientras el caballo principiaba á salvar el lindero del negro bosque de abetos y los lobos saliendo de sus madrigueras, seguían al vehículo, lanzando lúgubres aullidos.
Aullaban lúgubremente, manteniéndose á distancia, porque el sol aparecía todavía como una gran mancha roja á través de las ramas; pero de pronto la mancha roja desapareció é Iván, acordándose de la recomendación de Kirsba la hechicera, apuró á su caballo, que galopaba, galopaba, seguido de toda la manada de lobos.
Seguido de toda la manada de lobos, fué inútil que el pobre caballo galopara, no se volvió á ver á Iván; y á la puerta de la casita, allá en las estepas de la Finlandia, la pálida Nora, viene á interrogar á menudo al bosque con la mirada, pero jamás, el negro bosque de abetos ha revelado su secreto.