Ay!, cuando los hijos mueren

A mi madre
de Rosalía de Castro



I


¡Ay!, cuando los hijos mueren,  
rosas tempranas de abril,  
de la madre el tierno llanto  
vela su eterno dormir.  
   
Ni van solos a la tumba,  
¡ay!, que el eterno sufrir  
de la madre, sigue al hijo  
a las regiones sin fin.  
   
Mas cuando muere una madre,  
único amor que hay aquí;  
¡ay!, cuando una madre muere,  
debiera un hijo morir.  


II


Yo tuve una dulce madre,  
concediéramela el cielo,  
más tierna que la ternura,  
más ángel que mi ángel bueno.  
   
En su regazo amoroso,  
soñaba... ¡sueño quimérico!  
dejar esta ingrata vida  
al blando son de sus rezos.  
   
Mas la dulce madre mía,  
sintió el corazón enfermo,  
que de ternura y dolores,  
¡ay!, derritióse en su pecho.  
   
Pronto las tristes campanas  
dieron al viento sus ecos;  
murióse la madre mía;  
sentí rasgarse mi seno.  
   
La virgen de las Mercedes,  
estaba junto a mi lecho...  
Tengo otra madre en lo alto...  
¡por eso yo no me he muerto!