Aventuras de Arturo Gordon Pym/Prólogo

Nota: Se respeta la ortografía original de la época
PRÓLOGO.


A mi regreso á los Estados-Unidos, ocurrido hace algunos meses, despues de la estraordinaria série de aventuras de los mares del Sur y otros parages, cuyo relato hago en las páginas siguientes, la casualidad, me hizo conocer á muchos caballeros de Richmond (Virginia) que mirando con gran interés todo lo que se refiere á los parages visitados por mí, me instaban sin cesar y me decian que estaba en el deber de dar mi narracion al público. Yo teniai sin embargo, muchas razones para negarme a obrar así; las unas de carácter puramente personal; que á mi solo me concernían, y las otras de naturaleza algo diferente. Una de las consideraciones que me hacían especialmente retroceder era la de que no habiendo llevado diario durante la mayor parte de mi ausencia, temía no poder redactar de pura memoria un relato bastante minucioso, bastante coordinado para poder ofrecer entero carácter de verdad, de la cual seria sin embargo la espresion, no llevando consigo mas que la exageracion natural, inevitable, á que todos tendemos cuando relatamos sucesos cuya influencia ha sido poderosa y activa sobre las facultades de la imaginacion. Otra razon era que los incidentes que se trataba de referir eran de una naturaleza tan positivamente maravillosa, que no teniendo necesariamente mis aserciones otro apoyo que el de ellas mismas (no hablo del testimonio de un solo individuo, y ese medio indio), no podria esperar fe si no en mi familia, y en aquellos de mis amigos que en el curso de la vida habían tenido ocasion de conocer mi veracidad; pero segun todas las probabilidades, la masa del público miraría mis asertos como una impudente é ingeniosa mentira. Debo decir tambien que la desconfianza en mi propio talento de escritor era una de las causas principales que me impedian ceder á las sugestiones de mis consejeros.

Entre los caballeros de Virginia á quienes interesaba en gran manera mi narracion, y especialmente toda la parte relativa al Océano Antártico, se hallaba Mr. Poe, el editor del Southern Literary Messenger, revista mensual publicada en Richmond por Mr. Thomas W. White. El entre otros me instó en gran manera á redactar al momento una relacion completa de cuanto yo habia visto y sufrido, y á fiar en la sagacidad y el sentido comun del público, afirmando, no sin razon, que por grosero que resultase mi libro bajo el punto de vista literario, su mismo carácter estraño, si es que lo tenia, seria la mejor razon para que fuese aceptado como verdad.

A pesar de este consejo no pude resolverme á la empresa, y viendo mi resistencia me propuso que le permitiese redactar á su manera una relacion de la primera parte de mis aventuras, con sujecion á los hechos por mi referidos, y de publicarla bajo el velo de la ficcion en el Mensagero Del Sur. No hallé objecion que oponer á esto y consentí, estipulando únicamente que se conservase mi verdadero nombre. Dos trozos de la supuesta ficcion fueron publicados en el Mensagero (números de Enero y Febrero de 1837), y con el objeto de dejar bien sentado que era una pura ficcion, el nombre de Mr. Poe fue puesto como autor de los artículos en la tabla de materias del Magazine.

El modo cómo fue recibida esta superchería me indujo al fin á emprender una compilacion regular y una publicacion de las mencionadas aventuras; por que vi que á despecho de la apariencia de fabula de que tan ingeniosamente había sido revestida esta parte de mi narracion impresa en el Messager (en la cual por otra parle ni un solo hecho había sido alterado o desfigurado), el público no estaba dispuesto á aceptarla como pura fabula, y muchas cartas fueron dirigidas á Mr. Poe manifestando la conviccion contraria. De aquí deduje que los hechos de mi narracion eran de tal naturaleza que llevaban consigo la prueba suficiente de su autenticidad, y que por consecuencia, no tenia mucho que temer de la incredulidad popular.

Despues de esta esposicion de hechos se verá á primera vistalo que me pertenece y es de mi mano en la narracion que sigue, y se comprenderá tambien que ningun hecho se ha desnaturalizado en las páginas escritas por Mr. Poe. Hasta para los lectores que no han visto los números del Mensagero seria superfluo indicar dónde acaba su parte y dónde comienza la mia: la diferencia de estilo lo hará notar.

New-York, Julio de 1838.
A. G. Pym.