Cantos de la tarde (1860)
Ausencia​
 de Clemente Zenea


Ausencia

Desde el instante que nubló la ausencia
el luminoso sol de tu hermosura,
está mi triste corazón enfermo,
rota mi lira y mi garganta muda.

¡Ay! ¡cuántas horas al presente corren
en el imperio de la noche adusta,
sin que alumbre tu mano entre la mía
el rayo amarillento de la luna!

¡Cuántas veces, Fidelia encantadora,
trémula y vacilante y sin ventura,
hablabas a mi lado enternecida
de un beso, de un suspiro y de una tumba!

Grato el recuerdo de tu amor constante
por mi memoria solitario cruza,
como en las tardes por desiertas playas
la gaviota cansada y vagabunda.

¡Pobre de ti que en el dolor naciste
bajo el cielo poético de Cuba,
tímida como el ave de los bosques,
bella como la flor de las lagunas!

Jamás infiel a tu promesa un día
mis sueños de tristeza y de ventura,
cambiar pudiste mentirosa y falsa
por negro afán y punzadora duda.

Siempre fuiste igual, siempre constante
pródiga en tu cariño y tu ternura,
cuidaste no turbar la paz de un alma
a quien la ofensa más ligera turba.

Lamentaciones de dolor me inspira
hender la mar de mi existencia oscura,
sin que me esperes en la orilla opuesta
y a otro mundo más bello me conduzcas.

Dos aves detenidas en un ramo
cantando glorias y caricias mutuas,
al áspero silbido de las balas
nos fue preciso comenzar la fuga.

Mas yo te adoro, el corazón ardiente
tu imagen guarda en su interior oculta,
y está mi pecho con tu ausencia opreso,
rota mi lira y mi garganta muda!