Atento escucha las quejas

Nota: Esta transcripción respeta la ortografía original de la época.
XXIV

A

tento escucha las quejas

de su fija doña Urraca
el noble rey Don Fernando
desafuciado en la cama.
De su libertad se pena,
va á responder y no habla
que enmudece hasta á los reyes
una mujer libertada;

mas por poder juntamente
responder y remediada,
arrancó palabras, antes
que se le arrancara el alma.
—Si cual lloras por facienda,
por la mi muerte lloraras
non dudo, querida fija,
que mi vivir se alargara.
¿Qué lloras, sandia mujer,
por las tenencias humanas
pues ves que de todas ellas
sólo llevo hoy la mortaja?
A este restante de vida,
que me queda, rindo gracias,
pues que sólo en él consiste
el dejar tú de ser mala.
Cuando parta, iré derecho
á la celestial morada,
pues me ha sido purgatorio
el fuego de tus palabras.
A tus hermanos envidias,
mas non atiendes, cuitada,
que con la renta les dejo
obligación de guardalla.
Ellos con mucho están pobres,
y tú estás rica sin nada,
porque las nobles mujeres
entre paredes se pasan.
Que eres mi fija confieso,
pero saliste liviana:
en liviandades pensé
al tiempo que te engendrara.
Parióte madre honorosa
mas entregáronte á un ama
que con tus palabras muestras
era la leche villana.

Dices que á tierras ajenas
te irás; pero no me espanta
que la que se va de lengua
á ser infame se vaya.
Mas por si puedo atajar
tu denuedo y tus palabras,
tras de las mandas que he fecho
quiero facer otra manda.
No quiero dejarte pobre
porque lo dicho non fagas,
que aunque eres noble mujer
eres muy determinada.
Por tuya dejo Zamora
muy guarnecida y torreada,
que para tus desvaríos
convienen fuertes murallas.
Homes buenos hay en ella
para servirte y guardalla;
de sus consejos te fía
y de mis tesoros gasta.
Si guardé tal posesión
bien hube de ti membranza;
ténla tú de que semejes
á tu sangre y á tu casta:
á quien te quite Zamora
la mi maldición le caiga.—
Todos responden amen,
sino Don Sancho, que calla.