Aquese famoso Cid—de Vivar triste yacía

Nota: Esta transcripción respeta la ortografía original de la época.


XCVI


A

quese famoso Cid

de Vivar triste yacía;
San Pedro le apareció,
que se apareje decía
para ir al otro mundo,
cerca la muerte tenía;
treinta días, que no más
le dijo que viviría.
Levantóse gran mañana;
junto á su caballería
llorando de los sus ojos
d’esta manera decía:
—Parientes míos leales,
y amigos que ende había,
bien se vos acordará
cómo ese rey de Castilla,
don Alfonso mi señor,
á mí destierro ponía,
y por la vuestra mesura
tuvístesme compañía.

Dios nos hizo gran merced,
y él siendo la nuestra guía,
vencimos muchas faciendas;
cristianos, moros vencían.
Quisieron ellos quitarme
la merced que Dios me hacía;
pero non pudo ninguno
seguir tan mala porfía;
loado el nombre de Cristo
á Valencia conquería.
A hombre del mundo yo
señorío no debía,
sino al buen rey don Alfonso,
al cual mucho yo quería.
Que supiera que mi cuerpo
tan poco durar había,
en verdad vos digo yo;
que ya el fin es de mi vida.
Treinta días, que no más,
mi cuerpo el alma ternía;
siete noches han pasado
que visiones me seguían;
Diego Laínez mi padre,
y mi hijo aparecían;
dicen: «Mucho habéis durado
en aquesa triste vida;
vayámonos á las gentes
que perdurable vivían.»
Yo no creo estas visiones;
mas mi muerte es cedo aína.
Ya sabéis cómo el rey Búcar
contra nos cierto vernía;
treinta y seis reyes de moros
trae en su compañía;
pues tan gran poder como este
defenderse non podría

sin que vos gane á Valencia;
mas yo vos consejaría
como lo venzáis en campo
antes de ser mi partida,
y como Jimena Gómez,
vosotros con valentía
á Castilla vos volváis
sin que nadie vos lo impida.