Apretada está Valencia

Nota: Esta transcripción respeta la ortografía original de la época.


LX


A

pretada está Valencia,

puédese mal defensar,
porque los almoravides
no la quieren ayudar.
Viendo aquesto un moro viejo
que solía adivinar,
subiérase á un alta torre
para bien la contemplar.
Cuánto más la mira hermosa,
más le crece su pesar.
Sospirando con gran pena,
aquesto fué á razonar:
—¡Oh Valencia! ¡Oh Valencia,
digna de siempre reinar!

Si Dios de ti no se duele,
tu honra se va apocar,
y con ella las holganzas
que nos suelen deleitar:
las cuatro piedras caudales
do fuíste el muro á sentar,
para llorar, si pudiesen,
se querrían ayuntar.
Tus muros tan preminentes,
que fuertes sobre ella están,
de mucho ser combatidos
todos los veo temblar;
las torres que las tus gentes
de lejos suelen mirar,
que su alteza ilustre y clara
los solía consolar,
poco á poco se derriban
sin podellas reparar;
y las tus blancas almenas,
que lucen como el cristal,
su lealtad han perdido
y todo su bel mirar;
tu río tan caudaloso,
tu río Guadalaviar,
con las otras aguas tuyas
de madre salido ha;
tus arroyos cristalinos
turbios ya siempre vendrán,
tus fuentes y manantiales
todos secados se han;
tus verdes huertas viciosas
á ninguno gozo dan,
que la raíz de sus hierbas
bestias roído las han;
tus prados de cien mil flores
olores de sí no dan,

mustios andan y marchitos,
sin color ni olor están;
aquel honrado provecho
de tu playa y de tu mar,
en deshonra y daño torna,
¡mal te puede aprovechar!
Los montes, campos y tierras
que tu solías mandar,
el humo de los sus fuegos
tus ojos cegado han.
Es tan grave tu dolencia
y tanta tu enfermedad,
que los hombres desesperan
de salud poderte dar.
¡Oh Valencia! ¡Oh Valencia!
Dios te quiera remediar,
que muchas veces predije
lo que agora veo llorar.