Ante los bárbaros: 06

Ante los bárbaros
IV​
 de José María Vargas Vila

IV


El oriente fue la tierra escogida por la raza despojadora, para iniciar sus conquistas sobre la débil raza despojada, y las Islas Filipinas, fueron su primera víctima;

en el seno de sus selvas, como en la de la hembra de la Biblia, se libró el duelo formidable;

y, el fuerte venció al justo;

el Archipiélago malayo fue como el vientre de Libia, el lugar de la tragedia;

allí, toda una nacionalidad, toda una raza se vio próxima a desaparecer bajo el aluvión de la conquista;

las hordas de los bárbaros del Norte, asolaron, asesinaron, robaron, los hogares de un pueblo entero que sucumbió bajo el número, bajo las turbas ebrias de los voluntarios blancos y, de los negros semi-salvajes de la República Modelo...

el silencio del horror cercó al Archipiélago incendiado, donde en nombre de la Civilización, un pueblo ebrio de avaricia, como si hubiese visto abrirse ante él, el tonel que hizo locos los centauros, eclipsó la crueldad de los tártaros y, el horror de las conquistas asirias, sembrando la desolación y, la muerte, como los godos del Ponto Euxino, resuelto a tener la soledad por único testigo de su victoria...

y, ¿Cuba?

¡agoniza aún entre las garras del águila también!

allí no hay un pueblo sino una sombra;

desde que la independencia falta a un pueblo, se hace en el mapa un vacío;

aquel hueco sombrío, allí donde se hunde la Grande Antilla, atrae nuestros ojos, con la fascinación pavorosa del abismo;

Cuba, es como el vaso roto, que arroja el Profeta, en el camino de los pueblos de América;

es el hierro clavado en las entrañas;


su llagas, son nuestras llagas, sus dolores son nuestros dolores, y, su hundimiento marcará el principio de nuestra desaparición;

Cuba, no puede acabar de renacer o de morir, sin que nosotros todos, nos sintamos vivir de su vida, o morir de su muerte;

no puede ser extraña a pueblo hermano, los funerales de una nacionalidad, desaparecida en medio de los festines de la fuerza;

¡oh Polonia del trópico! ¡oh Martí!

¡inanidad de un sueño generoso!...

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el África fue también tierra del Crimen;

fue la Esfinge, en cuyos labios calcáreos sonó el pavor de la palabra trágica;

la virgen negra, la virgen tenebrosa, tendió sus labios de fuego al conquistador sajón, y, sobre su seno de Isis insaciable y, mortal, cayeron los hijos de Albión, cuyas cabelleras blondas, fingían rayos de sol, en una urna de basalto;

y, el suelo austral se hizo rojo de sangre humana;

y, el grito que ensordeció a Caín, entre el ramaje de la fronda edénica, sonó violento sobre la selva africana;

y, la República Boer, murió degollada por Albión;

el fratricidio no conmovió a Dios;

la sangre de Abel, no clamó a la Justicia;

el Mal es omnipotente y, el Crimen es sagrado...

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y, el leopardo devoró a repúblicas en flor;

y, pueblos libres expiraron bajo la garra potente;

y, ante ese espectáculo de horror, la Europa calló o aplaudió, cómplice o cobarde;

Inglaterra, Alemania, y, los Estados Unidos, proclamaron la grande hegemonía de su raza, que se cree destinada al dominio del mundo, el virtud del 'Derecho Divino de la Fuerza;

ellos dieron la palabra de orden de la liga formidable: los fuertes serán siempre los fuertes, y, los débiles están llamados a desparecer;

y, en virtud de este aforismo monstruoso, que como los cascos del caballo de Atila, pasaba extinguiendo el germen del derecho, en las llanuras sombrías asoladas por la guerra, fue la raza visionaria, la tremenda usurpadora, como una pantera hambrienta, ora en las selvas malayas, cazando hombres amarillos, ora en el África Austral, destruyendo los hogares de un pueblo puro y, heroico, religioso y, bravío;

y, ante este huracán de conquistas, que por todas partes avienta pueblos y razas, y barre los débiles, como ramas secas de una selva, ¿qué hacen éstos?

¿qué hace la América Latina, que es presa codiciada por la Ambición, para el desmembramiento y, la Conquista?

la América sueña o calla;

cuando se habla de conquista sus hombres de Estado ríen... eso los libra del trabajo de pensar;

cada vez que un grito de angustia, una alerta cualquiera, llega a sus oídos, ellos ríen...

y, una presa mediocre o venal les hace coro;

y, es una carcajada homérica...

y, los Sumos Pontífices de la Histrionía, ríen de la Conquista; y sienten que las uñas de la zarpa se clavan en el corazón el Continente, y, ríen y ríen...

y, ven que los alemanes poseen casi todo Brasil, que los ingleses velas la hora de llegar al Orinoco, que los americanos han tomado a Nicaragua y Santo Domingo, y, nuestros hombres de Estado ríen, ríen, y, ríen ¡oh hilaridad sagrada!

la prensa seria, se ocupa por intervalos de este problema, pero una prensa tumultuosa y, pueril, ahoga la voz del patriotismo;

se siente miedo de mirar al porvenir; el Carpe diem, de Horacio, parece ser la divisa de los Gobiernos y, de los Pueblos;

los grandes hombres, y, los grandes pensamientos parecen estar proscritos del Poder;

en este silencio profundo, en esa sombra impenetrable, solo dos hombres pensaron alto, y, hablaron alto a la América indolente;

Eloy Alfaro, el espíritu de la libertad hecho hombre, soñó con la resurrección de una gran nacionalidad, y, llamó a la unión de los pueblos de la antigua Colombia; y, el silencio caviloso le respondió más allá de los lindes del Carchi, y, el tumulto de una soldadesca en delirio, apagó su grito generoso, al llegar a las riberas incendiadas del Golfo triste;

Julio Roca, que a más de un gran caudillo fue un gran pensador, ensayó algo trascendental, y, llevó, sino la gran palabra, al manos la gran idea, a Chile y, al brasil, y vio sus propios diplomáticos, encargados de denigrar en tropos de periodismo, la idea salvadora, y, sintió que el beso del ridículo, ensayaba desflorar su gran pensamiento, y, su gran sueño;

y, el eminente hombre de Estado argentino, fracasó, como el gran soldado del Pichincha, ante el miedo, la indolencia, la incurable trivialidad de los políticos de aldea;

y, el pensamiento invasor avanza...

en Cuba, hay un partido anexionista potente, y, dominador, una turba descastada, en busca de un nuevo Amo;

Cuba es tierra, y, conquista americanas: Vixit. Podrá escribir la Historia, como epitafio de aquel pueblo;

en Centro América, la idea de la nacionalidad desaparece por segundos;

en Nicaragua, algunos de sus más grandes hombres, consideran ineludible la desaparición de la República y, con resignación, que tiene todos los caracteres de una traición, se preparan con la riqueza un lecho donde pueda dormirse su bajeza; otros, extraviados por el auri sacra fames, ven con indiferencia la caravana yanqui que va camino del Sud; otros, con una tristeza hebetada, aguardan la catástrofe;

el patriotismo alarmado vela;

la juventud y, el pueblo se preparan a la defensa de la patria, y, como el león de mármol de Lucena, cubre con el pecho y, con las manos, el escudo paterno invulnerable;

Walter proyecta otra vez su sombra aventurera sobre los lagos sagrados;

y, Máximo Xerez duerme en su tumba!...

las voces de Unión y, de Concordia, se pierden en la obscura lejanía del horizonte, en la inmutable apatía de unos pueblos y, la vocinglería fratricida de los otros...

y, mientras ellos duermen en una indiferencia culpable, o se desangran en una lid homicida, la invasión avanza; la invasión rubia y, astuta; el tudesco y, el normando;

y, en la bandera estrellada, y, en las alas de sus águilas, va escrito el lema formidable; la sentencia de muerte de una raza:

Finis Latinorum