Andrés Laguna (Retrato)

Nota: En esta transcripción se ha respetado la ortografía original.


ANDRES LAGUNA. editar


Uno de los hombres que mas sobresalen en la república de las letras, es Andrés Laguna. Nació en Segovia hacia el año de 1499 de una Familia noble y muy bien acomodada; y su padre, Médico de alguna opinión, le dedico á la carrera del estudio, en la que hizo progresos nada comunes. Instruido en su patria en la Gramática latina, y en la Universidad de Salamanca en la Dialéctica, pasó á París en donde aprendió la lengua griega y la Medicina, que explicó allí después con bastante crédito.

D. ANDRES LAGUNA.
Conde Palatino, Médico de Cámara del Emperador Carlos V, Filósofo y humanista célebre. Nació en Segovia hacia el año de 1499, y murió allí mismo en el de 1560.

Vuelto á España en el año de 1536, y dado á conocer por su profunda y vasta erudición, que adelantó en las Universidades de Alcalá y Toledo, le honró el Emperador Cárlos V con el título de Médico suyo, y le llevó consigo a Alemania. Aquí fue en donde Laguna llamó la admiración de los sabios de Europa, no tanto por las prodigiosas curaciones que hizo, y por los medios de que se valió para cortar los estragos que hacia la peste en aquellos países por los años de 1540, sino mas particularmente por las luces que difundió, con motivo de las controversias ruidosas que la obstinación de algunos sectarios suscitaba y sostenía contra la autoridad de la Iglesia Católica y contra los derechos del César. Su Comentario al Dioscórides y la enérgica oración que en el año de 1543 hizo al Gimnasio de Colonia, combatiendo los errores con que se pretendía atacar al Imperio y al Santuario, son buenos testimonios de lo que mereció Laguna en esta feliz época de su vida.

La fama de tan ilustres hechos, y las ideas políticas, y religiosas del Emperador, promovidas acaso por aquellos, llevaron, á Laguna á Italia. Anunciado de antemano por su mérito, tardó poco en ser conocido y buscado en un pais en que por entónces residían las ciencias y las artes como en su propio domicilio. Bolonia fue la primera en disfrutarle; y arrebatadas sus escuelas de la fuerza y esplendor de su doctrina, se llenáron de gloria al condecorarle con el título de Maestro, que admiró con la moderacion que siempre le fue característica. Pasó de Bolonia á Roma, y acostumbrada esta gran metrópoli á distinguir el mérito de los sabios, apreció el de Laguna confiándole su Gobierno la enseñanza de la Medicina, y el cuidado de sus vidas los Papas Paulo III, que le honró con el título de Conde Palatino, y Julio III, que le comisiono para negocios de la mayor importancia. En su residencia en Roma, que fue por espacio de doce años, aprovechando los ratos que le dexaban libre sus muchas ocupaciones, y retirándose al Tusculano mismo, á que en otro tiempo Ciceron, ilustró las obras de Galeno, purgándolas de algunos defectos que advirtió en ellas, y mas en sus comentadores: escribió la vida de este padre de la Medicina: compuso diferentes tratados médicos, cuyo catálogo solo necesitaba mayor márgen que permite un breve epítome de su historia; y extendió sus tareas á otros opúsculos no ménos conocidos que sus obras médicas, y que acreditan que ademas de ser sabio en su facultad lo era también en la Filosofía, en el Dogma, en la Política y en las Humanidades.

Vuelto otra vez á España, que fue verosímilmente en el año de 1557, aunque fatigado de algunos achaques que padecía y de sus peregrinaciones, no buscó el descanso: continuó sus estudios, y excepto un corto tiempo que ocupó en un honroso viage á Francia con la brillante comitiva que había de conducir á la Princesa Isabel, esposa de Felipe II, el resto le destinó á rectificar algunos de sus escritos y á concluir otros, entre ellos la traducción de la famosa obra intitulada: Pedazio Dioscorides Anazarbeo acerca de la materia medicinal y de los venenos mortíferos, y su ilustracion con figuras de innumerables plantas exquisitas y raras. Los amigos y justos apreciadores del mérito de Laguna hubieran querido que á la vuelta de este viage, hecho últimamente á Francia, se hubiera establecido en la Corte; pero él prefirió retirarse á su patria, en donde murió á poco tiempo, esto es, á principios del año de 1560, que era el sesenta y uno de su edad.

Todas las obras de Laguna, tanto las originales, como las traducciones, acreditan la mucha instrucción de su Autor, y la variedad de las materias de que tratan, la grande extensión de sus conocimientos; pero las mas recomendables de una y otra especie, en el juicio de los sabios, son la ya referida Pedazio Dioscorides &c.; las intituladas Anathomica Methodus, sive de Sectione humani corporis contemplatio; Annotationes in Galeni versiones quae ad suum tempus prodierunt: Europa seipsam torquens; las traducciones del griego al latín de los tratados de Mundo, de Plantis y de Virtutibus de Aristóteles; la de los Diálogos dramáticos Tragopodagran y Occypum de Luciano; y del latín al castellano la de las quatro elegantísimas Oraciones de Ciceron contra Catilina. Á todas estas obras, bien dignas de los elogios que las han tributado muchos sabios nacionales y extrangeros, debe aumentarse la traducción que también hizo del griego al latín de los ocho primeros libros del Geoponicon, ó tratado de Agricultura del Emperador Constantino Porfirogeneta, ó sea de Dionisio Uticense. En esta versión, que publicó sin concluir Laguna, porque quando la estaba trabajando dió otra completa á luz Juan Cornaro, hizo algunas observaciones críticas conta la de este literato, que realzan su mérito; pero aun le justifica mas la juiciosa y modesta carta apologética, que escribió después para vindicarse de una sátira grosera con que Cornaro, ofendido de dichas observaciones, pretendió insultarle. No solo fue moderado por carácter Laguna, fue dócil, humano, desprendido y adornado de quantas buenas qualidades pueden distinguir á un hombre recomendable en la sociedad. Si hubiera querido permanecer en Italia ó en Alemania, en donde le hicieron partidos los mas ventajosos, ó en España seguir la Corte, para lo que fue rogado, su fortuna hubiera salido de la esfera de la medianía, en que realmente se quedó, comparada aquella con su mérito.


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