Alma que vas huyendo de ti misma

Alma que vas huyendo de ti misma
de Rosalía de Castro
Nota: Poema publicado en el libro En las orillas del Sar (1909).
* * *

Alma que vas huyendo de ti misma,
¿Qué buscas, insensata, en las demás?
Si en ti secó la fuente del consuelo,
Secas todas las fuentes has de hallar.
¡Que hay en el cielo estrellas todavía,
Y hay en la tierra flores perfumadas!
¡Sí!... Mas no son ya aquellas
Que tú amaste y te amaron, desdichada.


Cuando recuerdo del ancho bosque
El mar dorado
De hojas marchitas que en el otoño
Agita el viento con soplo blando,
Tan honda angustia nubla mi alma,
Turba mi pecho,
Que me pregunto:
— ¿Por qué tan terca,
Tan fiel memoria, me ha dado el cielo?



Del antiguo camino a lo largo,
Ya un pinar, ya una fuente aparece,
Que brotando en la peña musgosa
Con estrépito al valle desciende.
Y brillando del sol á los rayos
Entre un mar de verdura se pierden,
Dividiéndose en limpios arroyos
Que dan vida á las flores silvestres
Y en el Sar se confunden, el río
Que cual niño que plácido duerme,
Reflejando el azul de los cielos,
Lento corre en la fronda á esconderse.

No lejos, en soto profundo de robles,
En donde el silencio sus alas extiende,
Y da abrigo a los genios propicios,
A nuestras viviendas y asilos campestres,
Siempre allí, cuando evoco mis sombras,
O las llamo, respóndenme y vienen.


Ya duermen en su tumba las pasiones
El sueño de la nada;
¿Es, pues, locura del doliente espíritu,
Ó gusano que llevo en mis entrañas?

Yo sólo sé que es un placer que duele,
Que es un dolor que atormentando halaga.
Llama que de la vida se alimenta,
Mas sin la cual la vida se apagara.


Creyó que era eterno tu reino en el alma,
Y creyó tu esencia, esencia inmortal;
Mas, si sólo eres nube que rueda,
Ilusiones que vienen y van,
Rumores del onda que pasa y que muere
Y nace de nuevo y vuelve á rodar,
Todo es sueño y mentira en la tierra,
¡No existes, verdad!


Ya siente que te extingues en su seno,
Llama vital, que dabas
Luz á su espíritu, á su cuerpo fuerzas,
Juventud á su alma.

Ya tu calor no templará su sangre,
Por el invierno helada,
Ni harás latir su corazón, ya falto
De aliento y de esperanza.
Mudo, ciego, insensible,
Sin gozos ni tormentos,

Será cual astro que apagado y solo
Perdido va por la extensión del cielo,


No subas tan alto, pensamiento loco,
Que el que más alto sube más hondo cae,
Ni puede el alma gozar del cielo
Mientras que vive envuelta en la carne.

Por eso las grandes dichas de la tierra
Tienen siempre por término grandes catástrofes.