Allá
de Alfredo Espino

Lucita, ¡qué pena
me da ver, envueltos en tímidos lampos
de luna, tus campos,
tu tierra morena;
la loma que se alza
con los capulines por que suspirabas,
y aquellos caminos por donde pasabas
bañada y descalza!
¡Qué pena tan triste!
Tu campo está en sombras, pues tú eras la luz;
y en el camposanto, luego que te fuiste,
han puesto otra cruz...
Un día dijeron que estabas perdida,
y a tu propia vieja la hirieron abrojos;
y cuando el verano desnudaba huertos
a tu madrecita la hallaron dormida,
pero con los ojos
abiertos...
Tú no comprendías, que era la ciudad
fuego que consume con sus luces malas,
y que a las Lucitas les quema las alas
de la ingenuidad...