Algo en prosa y en verso/Al que leyere

Nota: Se respeta la ortografía original de la época


AL QUE LEYERE.


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S

i siempre es empresa ardua escribir un prólogo, por la dificultad de ó no decir nada ó decir tal vez demasiado, esta dificultad se hace casi insuperable en la ocasión presente.

Hijos de una persona que supo crearse un nombre ilustre como literato y como buen patricio, que al par que nos enorgullece nos abruma, si el cariño y el respeto que le profesábamos como amantísimo padre nos obliga á mucho, eso mismo nos veda decirlo. Nos limitaremos, pues, á consignar en esta ligera introducción que, tratando de honrar la memoria tan grata para nosotros del que, desgraciadamente, desapareció de nuestro lado, hemos hallado, revolviendo entre sus papeles, que tan ordenadamente guardaba, algo, no todo lo que merece publicarse, y que no lo había sido por la innata y quizás excesiva modestia que resplandecía en quien «no fué nada..... absolutamente nada, ni siquiera jefe político,» como decía en 1842, y cuya tumba ostenta por toda humana grandeza á los cuarenta años de distancia, el pseudónimo de El Curioso Parlante y el título único de Cronista de Madrid.

Fruto de dicho examen es el presente pequeño volumen.—En él, como se verá, se coloca alguna composición poética en aquel chispeante y natural estilo que solía emplear el autor de Las Escenas Matritenses y de las Memorias de un Setentón, y á su lado otras escritas en sus juveniles años con tal delicadeza y sentimiento, que más de una vez han hecho brotar las lágrimas de nuestros ojos, y que parecen desmentir el dicho del librero Juan de la Cuesta á Cervantes, que el autor se aplicó en una ocasión: «De la prosa de vuesa merced se puede esperar algo; de sus versos, nada.»

Insertamos también un fragmento, en su castizo lenguaje, del humorístico Viaje de los dos donceles, hecho en el año de 1843, con su cariñoso é inseparable amigo, que era para él como un hermano, D. Francisco del Acebal y Arratia, que cooperó con nuestro buen padre y con el Marqués de Pontejos, á la fundación de la Caja de Ahorros. Por último, incluimos asimismo el Discurso de Recepción en la Academia Española, estudio acabado y sin pretensiones sobre la novela y las condiciones que creía deber llenar en España, género literario aquel á que siempre tuvo manifiesta predilección, condoliéndose en sus últimos años de no haberlo cultivado.

Si la tristeza que nos rodea, y el temor de que, tal vez fiados sólo á nuestra propia inspiración pudiéramos equivocarnos, no nos lo impidieran, más hubiéramos hallado digno de los honores de la publicidad, como por ejemplo, una curiosísima colección de voces para formar un diccionario de costumbres nacionales, que titulaba La vida española, y otra de epígrafes ó títulos de artículos de costumbres de los que hizo mención en el tomo de sus obras, Tipos y caracteres, y que revelan lo que hubiera podido llegar á ser, desarrollada, la idea que los produjo.

Tiempo vendrá, Dios mediante, en que vayan saliendo los que él llamaba «Borradores de los pocos años,» que más parecen obra de una profunda observación y estudio, y que seguramente habían de excitar curiosidad en el público, como la excitarían todos los proyectos, realizados muchos, debidos á su fecunda iniciativa y relativos á Madrid, que hoy yacen arrumbados en su despacho; la numerosa colección que poseía de grabados, muchos de ellos interesantes retratos, y la tal vez más completa que exista de autógrafos de los nombres más ilustres en las letras, las ciencias, la política y las artes.

La insignificancia de nuestras fuerzas no nos permite honrar á nuestro querido padre de otro modo, más que dando á conocer lo que en su modestia había guardado oculto, y ofreciéndole, en este triste día, el tributo de nuestras lágrimas y oraciones.

30 Abril 1883.