Al señor don Mariano Luis de Urquijo
La lira de marfil que tierno un día pulsar, Musas, osé con diestra mano cuando de Otea en el florido llano joven Lusindo suspirar me oía, atempladme, volved; la amistad mía hoy el timbre celebra soberano con que su cuello resplandece ufano, merced a un rey de buenos alegría. Rayos de luz el vellocino de oro despide, ornando el generoso pecho de alta prudencia y pundonor morada. Veló la envidia con amargo lloro, pero el nombre feliz a su despecho crece y sube a la bóveda estrellada.