Falleció el ínclito Belgrano
de militares el cabal dechado,
intrépido, valiente, denodado,
atinado en su obrar, jamás insano.
Patriota sin revés, leal ciudadano,
en sus prometimientos fiel y honrado,
nunca del oro vil tiranizado,
carácter franco, corazón humano.
¡Oh jefe digo de inmortal memoria!
A virtudes tan raras en el suelo
eternos premios con laurel de gloria.
Que ellas unidas a su ardiente celo
folios añadirán a nuestra historia,
para regla, ejemplar, norte y modelo.
¿Oh, dónde habitas, militar guerrero?
¿Cómo te fuiste, y huérfana dejaste
tu amada patria, que a la vez libraste
con los cortantes filos de tu acero?
Cómo le has dado el golpe postrimero,
e insensible a su llanto te ausentaste,
abandonando al último contraste
su libertad, su honor, su bien entero.
Que se encienda de nuevo, que se encienda
la antorcha de tu vida. Y si es en vano
nuestro justo clamor en la contienda
de tu afligida patria, pon la mano
sobre quien te suceda, y la defienda.
¡Pero quien te sucede, gran Belgrano!
¡Provincias de la Unión! no el torpe olvido,
nota de ingratitud, vil, degradante,
sea el laurel destinado al más constante
patriota militar, que habéis tenido.
Cuando el mundo político ha sabido
su mérito graduar de relevante,
haced que su gran nombre sea en diamante
con indelebles cifras esculpido.
O dando el lleno a empeño tan laudable,
haced que el pecho fiel del ciudadano
sea la lámina viva y perdurable
en que de amor la agradecida mano
grave en gloria de este héroe inimitable:
aquí vivirá eterno el gran Belgrano.