Al amor
de Manuel María de Arjona


Sufre las nieves, sin temor al frío,   
el labrador que ocioso no pudiera   
de la dorada mies cubrir su era   
a la llegada del ardiente estío.   
 

     No recela el furor del Noto impío, 
     ni la saña del Ponto considera   
     el mercader que en la ocasión espera   
     descanso lisonjero, aunque tardío.   
 

Mujer, hijos y hogar deja y cubierto   
el soldado de sangre, en suelo extraño 
el honor de su afán contempla cierto.   
 

     Solo yo, crudo amor, busco mi daño,   
     sin esperar más fruto, honor ni puesto   
     que un costoso y estéril desengaño.