Al Excmo. Sr. conde de San Luis

Al Excmo. Sr. conde de San Luis
Por la creación del teatro español

de Ventura de la Vega

¿Dónde la gloria vive del que un día,
en Accio vencedor, desde las cumbres
del enriscado Cáucaso a las playas
del mar de Luso dilató su imperio?
¿Dónde? -Ese imperio destrozó en un punto
bárbara hueste que lanzó cual raudo
torrente el Septentrión: circos y templos,
termas, palacios, todo, el habla misma
despareció; mas al común estrago,
sobre siglos sin fin, los inmortales
cantos de Horacio y de Marón divinos
sobreviviendo van, y allí la gloria
del protector de las romanas letras.
¿Qué es del trono fortísimo que en sangre
de turbulentos próceres la dura
mano afirmó, cabe el medroso Sena,
del purpurado Richelieu? Juguete
del viento popular, voló en pedazos.
Mas contra el murmurar de la indignada
posteridad, el opresor valido
salva su gloria en la que alzó, y aún vive
con renombre inmortal, docta Academia.
Tú, más que a los históricos ejemplos
y ardiente sed de fama, a los impulsos
del corazón magnánimo que abrigas,
obedeciendo fiel, en tus floridos
años, asunto con tus hechos prestas,
oh noble conde, a la española Musa.
Ella, en tanto que al pie del soberano
solio te vio, dispensador de honores,
mezclar su voz no quiso a la que alzaba
el lisonjero, que al poder presente
cerca y ensalza, gárrulo cortejo.
Mas a la puerta del modesto albergue
que hoy tornas a habitar, rico de gloria,
te esperó silenciosa, el plectro de oro
presto, y la voz y la sonante lira.
Oye cuál vibra en tu loor, y el estro
de cien vates inflama que a porfía:
«Eterno, cantan, vivirá tu nombre,
protector del saber.» -¡Oh noble, oh digno
premio que tanto mereciste y gozas!
Gózalo en paz; y el que ásperos desdenes
halla no más y hondo silencio, cuando
de la áurea silla del poder la instable
deidad le precipita, a sí se culpe.
No riqueza y dominio a la existencia
bastan de un pueblo. Si las sabias leyes,
la abundancia, la paz su cuerpo nutren,
alma tiene también, y el alma vive
de esa gloria purísima, que el vulgo
de los graves políticos desdeña
y humo vano apellida. -Tú, arrostrando
tal vez su risa imbécil, decoroso
templo alzaste a Talía. -Allí de Lope,
de Calderón, de Rojas y de Inarco,
de Moreto y de Tirso, numeroso
pueblo torna a admirar, ora discreta
y en artificio rica, ora terrible,
ora humilde y moral, la siempre nueva
dramática ficción. -Los que al reflejo
de aquellos faros luminosos siguen
la ardua senda con gloria, que a la cumbre
del sacro Pindo guía, de las rosas
que en sus pensiles de eternal verdura,
al amoroso riego de Hipocrene
dulce fragancia esparcen, ya preparan
a tus sienes espléndida corona.
Yo, a quien no es dado la sublime altura
del Helicón pisar, una sencilla
flor de su falda corto; ofrenda humilde
que agradecido te presento en estos
desaliñados números, que acaso
no morirán, porque tu nombre llevan.


1851