​Agitar el campo​ de Ernesto Bark
Nota: «Agitar el campo» (17 de septiembre de 1897) Germinal I (20): p. 3.
AGITAR EL CAMPO.
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l día que los obreros del campo simpaticen con nuestros ideales, habremos ganado la gran batalla. Encorvados sobre el terruño que riegan con su sudor, no sospechan siquiera que su miseria es la preocupación afanosa de los cerebros directores del socialismo y que nuestros Congresos nacionales é internacionales discuten preferentemente esta cuestión. Porque sin el auxilio de las masas rurales es imposible nuestra victoria.

 En las comarcas donde los trabajadores del campo viven en grandes aldeas como en Italia y gran parte de España, hay mayor facilidad de agitarlos desde estos centros, y asi lo han hecho los correligionarios italianos con gran éxito, y en Andalucía hay comarcas enteras completamente ganadas para nuestros ideales. En Rusia facilita la propaganda la propiedad comunal colectiva que aún se ha conservado como resto del comunismo patriarcal, y esto es el punto de partida de la actividad de nuestros amigos Miguel Plejanof, Vera Sassulich y los partidarios que ellos capitanean. Constantemente se habla de huelgas promovidas por estos infatigables propagandistas que arriesgan su vida y su libertad por el ideal.
 Si en Rusia son el 85, hasta el 90 por 100 de la población agricultores-aldeanos, en Italia y España lo son 75, y en Francia y Alemania sólo unos 65. En los dos últimos países se oponen casi insuperables dificultades por la ignorancia de los obreros aldeanos, su desconfianza hacia la «gente de las ciudades» y en muchas comarcas porque poseen un miserable pedazo de tierra insuficiente para alimentarles, pero sobrada para hacerles adversarios fanáticos de la propiedad colectiva que les amenaza con arrebatarles su terruño.
 Oficialmente posee Francia 320.000 millones en propiedades, de los cuales son 141 inmuebles, repartidos entre la enorme cifra de 11.053.702 propietarios cuyas tierras labran unos 7 millones de labradores trabajadores, de los cuales hay 1.480.687 jornaleros que cobran 2 francos al día y unos 2 millones de criados agrícolas. La Revolución de 1789 democratizaba la propiedad; pero el capitalismo absorbente ha destruido sus benéficos efectos, haciendo de los pequeños propietarios verdaderos proletarios, obligados á alquilar sus brazos á la fábrica vecina ó al rico hacendado, al igual que nuestros gallegos y asturianos que recorren la nación para llevar á su casa un pedazo de pan que no les da su pedazo de tierra.
 ¿Cómo convencer á estos proletarios del campo de las ventajas del socialismo? Publicistas de talento han querido resolver el problema; el profesor de la Universidad de Lausanne, Georges Renard, ha escrito un folleto bajo el título Cartas á los aldeanos; Jean Quâtré: El partido socialista y la cuestión agrícola; Pronier: La nacionalización del suelo; Hergal; La significación social de los sindicatos agrícolas, y La democracia rural; y en este orden de cosas puede citarse también el interesante libro de H. Dubest, titulado: La despoblación del campo y la defensa nacional. Además hay que citar los folletos de batalla propagados por millares en Francia. Compère Morel: La verdad á los aldeanos, por un campesino (Bevue Socialiste, París, 25 céntimos); Jean Jaurès: Socialismo y aldeanos (30 céntimos); Mathurin Planton: Lección familiar de socialismo, y Delon: Ensayo de propaganda socialista en el campo.
 En conformidad con Ricardo, Stuart-Mill y Spencer, profesan todas las escuelas socialistas la teoría de Henry George de que el suelo patrio es patrimonio colectivo de la nación entera, y bajo ningún concepto puede ser objeto de especulación de agiotistas monopolizadores, porque es la gran fuente de toda la riqueza y el instrumento más importante é indispensable del trabajo. Las diferencias principian, sin embargo, cuando se aplica este principio en los diferentes países.
 Evidentemente sería inútil y contraproducente querer propagar entre gente cuyo anhelo es la posesión de un pedazo de tierra, que la pequeña propiedad será sustituida en absoluto por la grande, como lo afirman los marxistas cerrándose todas las puertas del campo. Además hay en los países meridionales, con su peculiar agricultura de la viña y de la horticultura, una situación muy diferente de la del Norte, donde prevalece la tendencia hacia la agricultura en gran escala.
 La fórmula del socialismo positivista que puede ser aceptada por todos los países es: todos los labradores serán propietarios (á censo redimible) del terreno que labran, sea individual ó colectivamente asociados en sociedades cooperativas agrícolas. No habrá criados, ni trabajadores á jornal, ni propietarios que gocen del fruto del trabajo de otros. La tierra no labrada vuelve á ser propiedad colectiva de la nación, que de su parte puede disponer de ella para granjas, etc., administradas por la dirección de propiedades nacionales del Ministerio del Trabajo. Es una fórmula sencilla que resuelve el problema y puede encontrar eco entusiasta entre las masas de campesinos.

      A. de SANTACLARA.