AFINAMIENTO

Mi alma, en su vaso humano incontenida,
va quemando mi cuerpo a llamaradas
y es un tallo de luz mi carne ardida,
un velo, transparente a las miradas.

Ya se me puede ver, tras aquel velo,
crecer el corazón, y en sus canales,
no ya rojizos, que color de cielo,
rodar mi sangre a saltos desiguales:

Que de un gemido soy la vestidura;
me yergo, rama heroica, hacía la altura,
y sumba en mi pasión.

Música dulce fluyen mis entrañas,
y si el viento me roca las pestañas
ya muerde carne de mi corazón.