Acordaos, por Dios, señora...

Acordaos, por Dios, señora...
de Jorge Manrique


I

Acordaos, por Dios, señora,
cuánto ha que comencé
vuestro servicio,
como un día ni una hora
nunca dejo ni dejé
de tal oficio;
acordaos de mis dolores,
acordaos de mis tormentos
que he sentido;
acordaos de los temores
y males y pensamientos
que he sufrido.


II

Acordaos cómo, en presencia,
me hallasteis siempre firme
y muy leal;
acordaos cómo, en ausencia,
nunca pude arrepentirme
de mi mal;
acordaos cómo soy vuestro
sin jamás haber pensado
ser ajeno;
acordaos cómo no muestro
el medio mal que he pasado
por ser bueno.



III

Acordaos que no sentisteis,
en mi vida, una mudanza
que hiciese;
acordaos que no me disteis,
en la vuestra, una esperanza
que viviese;
acordaos de la tristura
que siento yo por la vuestra
que mostráis;
acordaos ya, por mesura,
del dolor que en mí se muestra
y vos negáis.


IV

Acordas que fui sujeto
y soy, a vuestra belleza,
con razón;
acordaos que soy secreto,
acordaos de mi firmeza
y afición;
acordaos de lo que siento
cuando parto y vos quedáis,
o vos partís;
acordaos cómo no miento,
aunque vos no lo pensáis,
según decís.



V

Acordaos de los enojos
que me habéis hecho pasar,
y los gemidos;
acordaos ya de mis ojos,
que de mis males llorar
están perdidos;
acordaos de cuánto os quiero
acordaos de mi deseo
y mis suspiros;
acordaos cómo si muero
de estos males que poseo,
es por serviros.


VI

Acordaos que llevaréis
un tal cargo sobre vos
si me matáis,
que nunca lo pagaréis
ante el mundo ni ante Dios,
aunque queráis;
y aunque yo sufra paciente
a muerte y de voluntad
mucho lo hecho,
no faltará algún pariente
que dé queja a la Hermandad
de tan mal hecho.



VII

Después que pedí justicia,
torno ya a pedir merced
a la bondad,
no porque haya gran codicia
de vivir, mas vos habed
ya piedad;
y creedme lo que os cuento,
pues que mi mote sabéis
que dice así:
ni miento ni me arrepiento,
ni jamás conoceréis
al en mí.


VIII

CABO

Por fin de lo que desea
mi servir y mi querer
y firme fe,
consentid que vuestro sea,
pues que vuestro quiero ser,
y lo seré,
y perded toda la duda
que tomasteis contra mí
de ayer acá,
que mi servir no se muda,
aunque no pensáis que sí,
ni mudara.