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Escena XI
editarEl MARQUÉS Y DOÑA VENTURA.
MARQUÉS DEL ROBLE. -Hable usted, Venturita.
D.ª VENTURA BAZÁN. -Señor marqués, hace pocos instantes que hubiera sido para mí una felicidad vivir en el seno de tan respetable familia; pero en este momento faltaría a lo que debo a usted, y a lo que me debo a mí misma, si aceptara su generosa oferta.
MARQUÉS DEL ROBLE. -No entiendo..., explíquese usted.
D.ª VENTURA BAZÁN. -Yo ignoraba cuando vine a esta casa que encontraría en ella a un sujeto que, paseándose en Madrid por el Prado, me defendió de dos insolentes que me faltaron al respeto.
MARQUÉS DEL ROBLE. -¡Calle! Es usted la misma que... ¿Y por qué no quiere usted vivir con los padres de su caballero andante?
D.ª VENTURA BAZÁN. -Señor marqués..., es que..., me ha parecido que su hijo de usted..., por lo que me ha dicho...
MARQUÉS DEL ROBLE. -Ya entiendo. No le ha parecido usted saco de paja..., no lo extraño. Pero tranquilícese usted: mi hijo sabrá respetar a una persona que se halla bajo la protección de su madre, querida de su hermana, y considerada por mí.
D.ª VENTURA BAZÁN. -Pero señor marqués..., es que..., yo no
me atrevo...
MARQUÉS DEL ROBLE. -Vamos; usted se ha empeñado en que yo adivine. Tampoco el muchacho le ha parecido a usted costal de trigo, ¿eh?
D.ª VENTURA BAZÁN. -Señor marqués... (Turbada.)
MARQUÉS DEL ROBLE. -Lo adiviné. Eso ya es más serio. Sin embargo, cuando se conoce el peligro se puede fácilmente... ¡Calle! ¡Qué traerá don Cenón, que viene hecho un puercoespín!