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Escena XVIII

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REBENQUE y ALMAZÁN (llega por el lado opuesto.)


D. VENTURA ALMAZÁN. -¡Maldita sea la criada que me engañó!, ¡uf!, ¡me maté! (Limpiándose.)

TÍO REBENQUE. -¡Calle! No es este el que echó a correr tras de...

D. VENTURA ALMAZÁN. -¡Hola! Usted es el tío Rebenque, ¿no es verdad?

TÍO REBENQUE. -Sí señor.

D. VENTURA ALMAZÁN. -Pues, se conoce en el empaque, y..., en fin, usted es el tío Rebenque; pues sepa que tiene una criada que podía estar tirando de una carreta. Pregúntole por la diligencia de Valencia, y me hace correr detrás de la de Sevilla: reviéntome por alcanzarla, y no es. Vuélvome, pues, atrás maldiciendo y renegando de los sastres, de las diligencias, de las criadas, y de todos los que me rodean.

TÍO REBENQUE. -¿Y ahora, qué quiere usted?

D. VENTURA ALMAZÁN. -A eso iba, tío Rebenque. Hágame favor de avisar al conductor de Valencia que estoy aquí.

TÍO REBENQUE. -¡Hombre, si hace más de media hora que salió!

D. VENTURA ALMAZÁN. -¡Se marchó!... ¡Misericordia! ¡Misericordia! Pero hombre, dígame, yo debía haberla encontrado.

TÍO REBENQUE. -¿Usted ha venido por la calle ancha?

D. VENTURA ALMAZÁN. -Sí, señor.

TÍO REBENQUE. -Ahí está la cosa. El conductor tomó por otra calle para recoger un viajero, y durante ese tiempo...

D. VENTURA ALMAZÁN. -Pues señor, si no me vuelvo loco, dígole que... ¡Esta diligencia está embrujada! Ya la paso yo, ya me pasa ella..., ¡jugamos al escondite, o qué es esto! ¡Ese condenado de don Cenón con su maldita carta tiene la culpa de todo!

TÍO REBENQUE. -¿Habla usted de don Cenón Carcoma, el del Quintanar?

D. VENTURA ALMAZÁN. -Ese mismo.

TÍO REBENQUE. -Pues aquí ha estado hasta ahora.

D. VENTURA ALMAZÁN. -¡Qué me dice!

TÍO REBENQUE. -Ha encontrado al marqués del Roble, que venía de Madrid, y...

D. VENTURA ALMAZÁN. -El marqués del Roble..., el que vi esta mañana..., amigo de mi padre, y..., dígame, ¿no tiene una quinta por aquí cerca?

TÍO REBENQUE. -Sí señor, ahí en Yepes: allí se ha llevado a don Cenón, y a otra joven que venía con él de viaje, y...

D. VENTURA ALMAZÁN. -¿Una joven dice?, ¿bonita?

TÍO REBENQUE. -Y mucho.

D. VENTURA ALMAZÁN. -¡Ella es! ¡Ella es! ¿Está lejos la quinta? (Saltando de gozo.)

TÍO REBENQUE. -Una legua escasa.

D. VENTURA ALMAZÁN. -Si no es más que una legua..., voy a correr la posta. Así llegaré dándome tono. ¿No es verdad?

TÍO REBENQUE. -Seguramente.

D. VENTURA ALMAZÁN. -¡Reviento de gozo!... Tío Rebenque, esa joven que dice usted que es tan bonita..., ¡es mi novia!

TÍO REBENQUE. -¡Hola!

D. VENTURA ALMAZÁN. -¿Morenita, no es verdad?

TÍO REBENQUE. -Sí señor.

D. VENTURA ALMAZÁN. -Un aire de modestia...

TÍO REBENQUE. -Justamente.

D. VENTURA ALMAZÁN. -¡Ella es!

TÍO REBENQUE. -¿Su novia de usted?

D. VENTURA ALMAZÁN. -La misma que no esperaba ver hasta mañana, ¡y la daré un abrazo dentro de una hora! ¡Canario! Pronto, vamos, dos caballos de silla: un guía para Yepes.

TÍO REBENQUE. -Pero mire usted que..., esa señorita..., no...

D. VENTURA ALMAZÁN. -¡Caballos, caballos!... ¡Despáchese, hombre!

TÍO REBENQUE. -Voy allá. (Aparte yéndose.)

D. VENTURA ALMAZÁN. -Despache.

TÍO REBENQUE. -(No quiere oír, y si luego se engaña, como creo...) ¡Maricón! (Llama, y sale un mozo.)

D. VENTURA ALMAZÁN. -Los mejores que haya, ¿entiende? ¡Quisiera ir en las alas del amor!

TÍO REBENQUE. -Será usted servido. (Al mozo.) Ensilla la jaca tuerta, y el normando: despacha. Dos bestias, como usted..., va a llevar, no se encuentran en todas las postas.

D. VENTURA ALMAZÁN. -Me alegro. Vamos. (Éntranse por el portón.)