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Escena VI
editarEl ADMINISTRADOR, DON CARLOS y el MARQUÉS: MOZOS que entran y salen.
D. CARLOS. -Papá, iba a buscar a usted.
MARQUÉS DEL ROBLE. -A mí, ¿eh? Adiós Carlos. ¿Y qué tenemos? ¿Te obligan a ir al regimiento?
D. CARLOS. -Todavía no, papá. Tengo una prórroga de quince días.
MARQUÉS DEL ROBLE. (Con malicia.) -¿Pasarás en Madrid la mayor parte?
D. CARLOS. -No señor. Madrid ya no me ofrece... Dentro de una hora monto a caballo, y llegaré a la quinta antes que usted.
MARQUÉS DEL ROBLE. -¡Bien! Tanto mejor. Vamos, que tú no pierdes el tiempo... ¿Quién es esa mocita con quien hablabas ahora?
D. CARLOS. -Qué, ¿me ha visto usted? Una casualidad. ¿Le ha visto usted la cara?
MARQUÉS DEL ROBLE. -No; estaba de espaldas. Pero sin duda es bonita, porque a las feas no se les dice con tono lánguido y sentimental: «¡joven encantadora! El que te ha visto una vez...» No sé como hubieras acabado la frase si mi llegada no te hubiera interrumpido.
D. CARLOS. -Es verdad que esa joven me ha hecho una impresión... Es aquella misma de quien le conté a usted que paseándose la otra tarde con una señora respetable se vio insultada por dos insolentes, y yo los ahuyenté. Después la vi una vez a la reja, y hoy por fin me la encuentro aquí por tercera y última vez, porque se va en la diligencia de Burgos.
MARQUÉS DEL ROBLE. -Y concluye la novela.
D. CARLOS. -Sí señor, y concluye demasiado pronto.
MARQUÉS DEL ROBLE. -Pero con su catástrofe hay separación, y... Y me alegro de que llegue el desenlace, porque quién sabe si después me hubieras obligado a hacer papel en tu novela, y yo soy tan torpe...
D. CARLOS. (Suspirando.) -¡Como ha de ser!