Acabe ya el lamento grande mío
Acabe ya el lamento grande mío, con quien inundo, Betis, tu corriente; que mi dolor acerbo no consiente perpetuo estado a tanto desvarío. Este fuego en quien ardo gaste el frío, rompa este yugo estrecho ya mi frente, y amor en sus rendidos no me cuente; que del a luengo paso me desvío. No me tendrá en confuso error su olvido, su desdén, su rigor y su tormento, que tanto se cansaron en mi pena. Mas yo ¿qué digo, ausente y ofendido, si el impío ofrece siempre al pensamiento de mi astro fatal la luz serena?