Abuelito
“Abuelito”, dijeron los nietos,
–el jardín baña luna estival–
“ya que estamos doblando la infancia,
dinos algo de la pubertad.”
Y el anciano de cabellos blancos,
apoyado en nudoso bastón,
va al jardín para hablarle a los nietos
lo que el mundo ha escrito en su corazón:
“Es la infancia una eterna alegría,
feliz lapso de diario gozar;
todo cambia al correr de los años
y así entramos en la pubertad.
Amoríos, crueldades de mujeres,
drogas, farras, noches de banal,
un ensueño de eterna quimera
y una sola y penosa verdad.”
A la pálida luz de la luna,
se estrecharon los nietos a él,
“abuelito”, dijeron a una voz,
“dinos algo de la gran vejez.”
Y el abuelo que un sillón sustenta,
con acento calmado y con fe,
una a una sus frases pronuncia
y sus nietos se inspiran en él:
“Un anciano es un libro viviente,
donde se hallan consejos de bien,
la experiencia que por sí atesora
dan a sus palabras verdad y saber.
Un anciano es el fin de la vida,
es la antorcha que se va a extinguir,
es el reto del dolor humano
que llama a la muerte para no sufrir.”