Abrojo LVIII (Rubén Darío)

¿Que por qué así? No es muy dulce la palabra, lo confieso. Mas de esa extraña amargura la explicación está en esto: después de llorar mil lágrimas ásperas como el ajenjo, me alborotó el corazón la tempestad de mis nervios. Siguió la risa al gemido, y á la iracundia el bostezo, y á la palabra el insulto, y á la mirada el incendio por la puerta de la boca lanzó su llama el cerebro; y en aquella noche oscura, y en aquel fondo tan negro, con la tempestad del alma relampagueó el pensamiento, y les salieron espinas á las flores de mis versos.