Advertencia

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Ha corrido este drama tan extraña fortuna que, probablemente ha de excitar la curiosidad del público, cualquiera que sea el mérito que se le atribuya. Antes de determinarme a componerle, había sentido vivos deseos de presentar en la escena francesa alguna de mis obras dramáticas; y cabalmente, el buen éxito que había ya logrado en París la imitación de una de ellas me animaba no poco a la empresa. Mas en breve desistí de tal propósito, habiéndome convencido plenamente de que una obra de esta clase, compuesta para una nación, difícilmente puede trasladarse a otra, sobre todo cuando el gusto dramático es muy distinto en ambas. Aun el estar mis obras en verso, y el haber de reducirlas a humilde prosa, acabó de retraerme de mi intento; porque temí, con entrañas de padre, desnudar mis composiciones de un encanto que encubre muchas faltas; pocos cuadros hay que consientan perder el colorido, y que aun aparezcan bellos con los meros contornos.

Me decidí, pues, en vista de estas reflexiones, a componer de intento un drama para el teatro francés; pero ¿qué rumbo seguir en empresa tan aventurada?... La primera idea que me ocurrió, como la más natural, fue escribir un drama en castellano y después traducirle; mas, por fortuna, conocí con tiempo que una obra concebida en cerebro español, y vestida al nacer en traje de Castilla, mostraría siempre, por más esfuerzos que se hiciesen, demasiado claro su origen.

Al cabo no me quedó más recurso que componer mi drama en lengua extranjera; y entonces fue cuando se presentaron de tropel dificultades: en una obra didáctica, por ejemplo, cabe practicarse, con o menos presteza, la traducción que se hace siempre en el ánimo cuando se piensa en un idioma y se expresa uno en otro; pero en obras dramáticas no cabe hacerse así, se necesita más celeridad en la concepción de los pensamientos, y más calor en la expresión; las ideas y las palabras tienen que salir vaciadas a un tiempo en el mismo molde.

Tales son los obstáculos que he tenido que superar; y cuando he acabado de convencerme de su gravedad ha sido al verter después mi obra en castellano. Nunca he palpado más de lleno la diversa índole de cada lengua, las ventajas que cada una de ellas posee, lo difícil de trasladar exactamente los pensamientos de una a otra. ¡Cosa singular, y que, sin embargo, no es posible de explicarse! ¡Más me ha costado traducir mi propia obra que si hubiera sido ajena!... Acontece con una traducción lo que con un retrato.

Por lo tocante al argumento de este drama, poco o nada tendré que decir: le busqué y escogí en la historia de España, porque juzgué que así parecería más nuevo y original, al paso que me dejaría campear con más desembarazo, conociendo mejor el terreno. Hasta la circunstancia de ser alusivo a acontecimientos de mi país natal, concurrió a decidirme a favor suyo, aun prescindiendo de otras muchas ventajas: el que haya vivido largos años fuera de su patria concebirá fácilmente esta predilección tan natural; y aun me lisonjeaba, ya que he de decirlo todo, la idea de oír repetir unos nombres tan gratos para mí, y de oírlos en tierra extraña, y tal vez con aplauso.

El éxito ha correspondido a mis deseos: este drama ha recibido del público de París la más favorable acogida; pero no me ciega tanto el amor propio que deje de conocer que ha sido juzgado, así en el teatro como en los periódicos, con no poca indulgencia. Mi calidad de extranjero ha desarmado la severidad de la crítica; se ha perdonado mucho en favor de lo extraordinario de la empresa, y no se ha perdido de vista al autor al pesar el mérito de su obra.