Nota: Poema número 119 de Las flores del mal (edición de 1861).

I

Raza de Abel, duerme, bebe y come;
Dios te sonríe complaciente.

Raza de Caín, en el fango
Arrástrate y muere miserablemente.

¡Raza de Abel, tu sacrificio
Halaga la nariz de Serafín!

Raza de Caín, tu suplicio,
¿Tendrá alguna vez fin?

Raza de Abel, ve tus sembrados
Y tus ganados crecer;

Raza de Caín, tus entrañas
Aúllan hambrientas como un viejo can.

Raza de Abel, calienta tu vientre
En el hogar patriarcal;

Raza de Caín, en tu antro
Tiembla de frío, ¡pobre chacal!

¡Raza de Abel, ama y pulula!
Tu oro también procrea.

Raza de Caín, corazón ardiente,
Guárdate de esos grandes apetitos.

¡Raza de Abel, tú creces y paces
Como las mariquitas de los bosques!

Raza de Caín, sobre los caminos
Arrastra tu prole hasta acorralarla.


II

¡Ah, raza de Abel, tu carroña
Abonará el suelo humeante!

Raza de Caín, tu quehacer
No se cumple suficientemente;

Raza de Abel, he aquí tu vergüenza:
¡El hierro vencido por el venablo!

¡Raza de Caín, al cielo trepa,
Y sobre la tierra arroja a Dios!