Abatimiento
¡Llegó al fin lo que el alma dolorida
me daba por presagio!
¡Milésima ilusión desvanecida!
¡Milésimo naufragio!
¡Cuánto esfuerzo perdido en las rompientes,
que la espuma blanquea!
¡Qué eterno proejar en las corrientes,
contra viento y marea!
¡Siempre, siempre huracanes desatados
y escollos escondidos!
¡Y siempre, sobre mares ignorados,
cielos desconocidos!
Hasta la aguja al polo dirigida
mi cálculo burlaba,
y, a maléfico influjo sometida,
del rumbo me apartaba.
¡Y así he buscado el puerto, de año en año,
siempre con vano empeño!
¡Toda nueva promesa, nuevo engaño!
¡Toda esperanza, sueño!
No fue sólo furor de los ciclones;
culpa cabe al piloto:
¡Qué de velas, Señor, qué de timones
mi torpe mano ha roto!
¡Y aun sigo, entre los duros elementos,
sobre el hirviente abismo!
¡Cansado estoy del mar y de los vientos!
¡Cansado de mí mismo!
Ya, en mí, cuanto descubro no provoca
ni un temor ni un deseo:
sólo siento subírseme a la boca
la náusea del marco.
Ni un recelo cobarde me da guerra,
ni una ambición me anima:
¡Tierra, Señor, te pido! ¡Tierra!¡Tierra!...
¡Pero échamela encima!