A una señorita que me pidió versos
Del padre Tajo el agua cristalina con su puñal sacrílego ensangrienta, de estragos siempre y lágrimas sedienta, civil discordia en la nación vecina. La ambición, que a dos príncipes fascina, de Montiel los escándalos ostenta a la asombrada Europa; y muda y lenta peste voraz sus pueblos extermina. ¡Ay, que ya el monstruo la comarca huella de los hijos del Betis, que a millares abandonan su hogar despavoridos! ¿No escuchas sus lamentos, Dina bella? ¡Y ahora me pides himnos y cantares! Pídeme llanto, indignación, gemidos.