A una señorita con motivo de haber entrado en religión
En la cándida frente el sacro velo
muestras como señal de la victoria
que sobre el mundo y su falaz memoria
consiguió tu virtud, hija del cielo.
Así burlaste mi amoroso anhelo
palma inmortal labrándote de gloria;
cuando, ausente de ti, será mi historia
llamarte en vano y sin cesar con duelo.
¡Espíritu feliz! de la clausura
del cuerpo desatado, alegre, altivo,
libre de tu prisión miras la altura;
Mientras con mi pasión el alma enclavo
en este oscuro suelo, donde vivo
del ya imposible amor mísero esclavo.