A una rosa (Lafinur)
Señora de la selva, augusta rosa, orgullo de septiembre, honor del prado, que no te despedace el cierzo osado ni marchite la helada rigurosa. Goza más; a las manos de mi hermosa pasa tu tronco; y luego el agraciado cabello adorna, y el color rosado, al ver su rostro, aumenta vergonzosa. Recógeme estas lágrimas que lloro en tu nevado seno, y si te toca a los labios llegar de la que adoro, también mi llanto hacia su dulce boca correrá, probáralo, y dirá luego: esta rosa está abierta a puro fuego.