A todo honor/Capítulo V
Capítulo V
Al medio día, la madre de Luis había pedido telegráficamente ampliación de los detalles, y anunciaba su viaje, en el expreso. Se le dijo que se había caído su hijo del caballo, en una cacería, clavándose el cuchillo de monte. Monteleón se volvió a la finca, con la impaciencia de seguir, minuto tras minuto, los cambios del herido. Y fueron de zozobra inmensa las horas de esta noche, las horas del nuevo día, también, aguardando a la viajera.
Inchausti y el coronel se encargaron de recibirla en la estación y de acompañarla hasta la dehesa. Monteleón hablase vuelto con ellos al pueblo.
Prevenidos por él, igual que todo el mundo, insistieron en detallarla el suceso como un accidente de caza. El mismo Luis lo confirmó, puesto también piadosamente en el embrollo. Resultó conmovedora la escena de la madre con el hijo, en cuya faz se retrataba pálida la muerte..., con el hijo que al hablarla y al toser espumaba sangre por los labios.
Los médicos tuvieron que ejercer su autoridad para arrancarla de la estancia, en nombre de la calma misma del herido, a quien pudiesen agravar las emociones.
Querían tranquilizarla..., pero sin atenuarle mucho aquella fatídica impresión que pudiese irla preparando para un triste desenlace.
En efecto, desde la media noche, la reacción habíase presentado con gran fiebre, y el enfisema ampollaba los bordes de la herida.
Un enorme desconsuelo de abandono, de soledad, de inhospitalidad en el pueblo extraño y en medio de los campos, ahogaba a la madre infortunada, no obstante los esfuerzos de la monja. Habló de llevarse el hijo a Madrid, inmediatamente, y los doctores se opusieron...
Inchausti aminoró su angustia, notificándola que habíase reclamado de la Corte a un ilustre cirujano.
Y era la verdad. Era una de las tantas ansias generosas con que proponíase Monteleón subsanar, en lo posible, el tremendo disparate.