A propósito de las primeras victorias
A PROPOSITO DE LAS PRIMERAS VICTORIAS
No hemos recibido nuevo chasque, que comunique el último resultado de la acción entre nuestras tropas y las del marino Córdoba. El gran destrozo que se nos anuncia en el primer ataque, debió aumentarse en la persecución de los fugitivos; y el terror que acompañaba los últimos restos del ejército disperso, apoderándose de la reserva de Cotagaita, habrá allanado el paso de sus trincheras y fosos. Si algún suceso imprevisto no trastorna el curso de nuestra victoria, ella debe colocar nuestras tropas en Potosi, y concluir con un solo golpe la unión de todas las provincias. El valor, energiay constancia que han desplegado nuestras tropas, causan el asombro de nuestros enemigos, y la ternura de todos los patriotas. No son nuestros soldados como esos hombres mercenarios que arrostran los peligros hasta tanto que una fuga impune les presenta la ocasión de evadirlos: nuestros guerreros, dirigidos por el genio invencible de la libertad, emprenden gustosos todo género de fatigas; desprecian los riesgos é insultan la misma muerte, insensibles à todo lo que no sea el dulce placer de verse escritos en el templo inmortal, que erige la Patria à sus ilustres defensores. Pasajeros fidedignos han transmitido hasta esta Capital el asombro con que observaron la alegría y serenidad de nuestras tropas entre los horrores de la miseria, y envueltas en todo género de privaciones. Asolados los caminos por los crueles déspotas que se han propuesto sacrificar las provincias, y envolverlas en el exterminio de que ellos se ven amenazados, privados de carne fresca, rotos los vestidos, y distantes todos los recursos más de doscientas leguas, se ha visto á nuestros oficiales reducidos à no tomar otro alimento que charque y galleta; y sufriendo con gusto los rigores de la estación y las incomodidades de una general desnudez, no salían de sus bocas sino lecciones de virtud y sufrimiento que formaban al soldado; y animados todos de un mismo espiritu, no se expresaba otro deseo que el de pasar adelante, consumar la libertad de las provincias, y volver a su patria con derecho a su reconocimiento. Si: la Patria quedará eternamente reconocida á esos guerreros infatigables; cuando concluida su carrera vuelvan à vivir tranquilos entre nosotros, recibirán las bendiciones de un pueblo reconocido, y cuando paseen nuestras calles, oirán repetir entre los ecos de la ternura: á vosotros se os debe la felicidad de que estamos disfrutando. La Junta ha resuelto que a más de los ascensos militares con que serán premiados los que se hayan distinguido en la acción, apenas venga el detalle de ella, todos los oficiales y soldados que se hallaron en el combate, usen un escudo en el brazo derecho con fondo de paño blanco y esta inscripción: La Patria á los vencedores de Tupisa. Este distintivo queda establecido, por regla general, en el ejército, y mediante él, todo soldado llevará á la vista la historia de sus campañas, un premio de su valor, y un estimulo para sus conciudadanos. ¡Qué gloria la del patriota, que llegue a cargar en veinte ó treinta escudos los trofeos de sus fuertes brazos y los monumentos de los gloriosos sacrificios, que ha consagrado à la felicidad de su patria!
Al paso que por el Perú so presenta muy próximo el término feliz de la reunión de todos sus habitantes, los naturales de la Banda Oriental de este rio sufren todo el peso de la más cruel persecución. No contentos los marinos con estancar sus frutos por la incomunicación de la Capital, que causa su bloqueo, han dirigido al Arroyo de la China una expedición al mando del capitán de navio don Juan Angel Michelena, quien armando à todos los europeos de los partidos que recorre, ha declarado guerra à todos los patricios y jurado su exterminio. No ha quedado en aquel hermoso territorio un solo hacendado bijo del país, todos han salido prófugos ó han sido remitidos presos à Montevideo, habiéndose extendido à veintidos la última remesa.
Sería excusado combatir una conducta tan feroz que al paso que provoca en los hijos del país un odio eterno contra sus opresores, disgusta á todos los españoles europeos de algún juicio, é irrita á los extranjeros que nos observan. La imprudencia de semejantes medidas, sin esperanza de un resultado favorable, debe envolver á sus autores en gravisimos males. ¿Qué ventaja se proponen de esta guerra sangrienta de los europeos contra los patricios? Ellos confiesan que España no puede convalecer de su agonia politica, y aunque algunos niegan esta triste verdad, no por eso se hallan menos convencidos de ella; la América debe tomar algún partido, y en la general fermentación que brota > por todas partes, es ya imposible contener la marcha majestuosa con que camina á su felicidad; ninguna potencia de Europa podrá perturbarnos, ni los esfuerzos del rey José pueden sernos temibles, pues la Inglaterra, señora absoluta de los mares, por propio interés, y por el honor de sus promesas, protegerá nuestros puertos; las miras pacíficas del gabinete del Brasil están bien manifiestas, y después de haber despreciado las solicitaciones del gobierno de Montevideo, afirmarán en nuestro Congreso las relaciones de amistad, y de un comercio recíprocamente ventajoso, cual corresponde al sistema general de este continente; el Perú se nos reune con rapidez, y cuando todos los pueblos concentren su fuerza y su representación, ¿cuál será la suerte de esos individuos de Montevideo, que alarman á los europeos contra nosotros? ¿Creen que la Banda Oriental puede hacerse independiente del resto de la América? ¿Creen que los hijos del país puedan volver á las cadenas que acaban de romper? ¿No conocen que los europeos se han de ir acabando naturalmente, y que aun cuando logren nuestro exterminio, nuestros hijos han de vengar la muerte de sus padres? ¿Ó han creido acaso exterminar todos los patricios y reducir la población al pequeño número de europeos, para que los últimos no sufran el castigo de las violencias de los primeros? Por cualquier parte que observo esta conducta, me parece imprudente; sin embargo, nuestros enemigos la siguen con tesón, y su pertinacia se aumenta con sus mismos desengaños. Desde que se estableció la Junta han ido empeorando de suerte; pero no por eso se enmiendan; y parece que en el despecho à que los han reducido sus errores, se han propuesto hacer odiosa la calidad de español europeo, hacer cómplices de ella á los que han mirado con horror su criminal comportamiento y envolver á todos en la responsabilidad de unos crimenes, que son de pocos, y que algún dia han de tener su pena merecida.
(Gareta de Buenos-Aires, del 29 de noviembre de 1810).