A mis amigos
No muera, amigos, en el pecho helado
tímido el fuego creador del genio:
llega el momento en que la lira el libre
cántico suene.
Ese que os hizo de abundante vena
rico presente la deidad del Pindo,
no es vuestro sólo; de la patria es feudo:
ella lo pide.
«¡Ay! ¡De la patria!..., preguntar os oigo:
¿Dó está la patria?... Al corazón no llega
del que contento en la cadena vive
himno sonoro.
Francia que el trono de ignominia, alzado
de Waterloo sobre los muertos héroes
fiero padrón de servidumbre indigna
rompe y sepulta.
Francia en buen hora renacer la dulce
lira contemple en que cantaba Horacio
rotos al bote de romana lanza
Partos y Medos.
Goce al cantor de las Mesenias, goce,
Alfonso, tu gigante numen;
Píndaros tenga la que tiene tantos
héroes cual hijos.
¡Ay de nosotros! -Sobre todos cruje
látigo alzado déspota altanero,
y hunde en el polvo y con la planta huella
liras y leyes.»
Sí; mas la Musa que inspiró el robusto
son que la trompa eternizó de Herrera,
cuando Lepanto enrojeció con turca
sangre sus olas;
y la que tierna suspiró en Rioja,
la que del Tormes encantó las aguas,
todas llorosas os demandan nuevas
aras y culto.
«Jóvenes, dicen, a la dulce sombra
de ese laurel que vuestra frente anhela,
santa amistad y poesía junten
vates hermanos.
Harto las iras de belleza ingrata
supo ablandar enamorado canto,
y vuestra lira enguirnaldó de rosas
alma ciprina.
Otros acentos las Pimpleas aman,
cuando despunta suspirada aurora,
pruebe a lanzar el inflamado plectro
ronca tirteida.
¿Veis? Ya Pirene de sus cumbres lanza
hijos de Iberia que a salvarla vienen.
¿Veis? Ya el tirano en su caduco trono
pálido tiembla.
¡Caros alumnos! A la nueva patria,
ya desligada de servil coyunda,
himnos de gloria y libertad la corva
cítara ensaye.»