A mi amigo D. Juan Eugenio de Hartzenbusch
Mi querido Juan Eugenio:
Mi tomo octavo publico,
y al cabo te lo dedico
en holocausto a tu ingenio.
Ve si contigo me porto
un cuento te he prometido,
y un tomo te doy cumplido;
no me acusarás de corto.
Otros buscan con su obra
destinos o protección;
yo no gravo a la nación,
conmigo mismo me sobra.
Mientras siga el editor
versos y libros pidiendo,
irá libros escribiendo,
que lo tengo por mejor
que pedir al poderoso,
mendigar del ignorante,
y rogar al arrogante,
que soy yo muy orgulloso,
Buscar un crítico enfático
que alabe mi obra, no quiero,
que tan bien como el primero
puedo ser yo catedrático.
Y a más, para entre los dos,
los criticones de hogaño
no nos harán mucho daño;
saben poco, ¡vive Dios!
No se echan muchas vigilias
hoy en críticos estudios;
tras poquísimos preludios,
hoy de crítico te filias.
Con ir un mes a París
y almorzar con Víctor Hugo,
vuelves y, pones el yugo
literario a tu país.
¡Las letras están fatales!
vienen diciendo de allá.
Las artes ¡lástima da!
¡No están en el Congo tales!
Pues ¿los teatros? ¡Da grima!
¡Ni de talento hay destellos!…
Y escriben comedias ellos
como maestros de esgrima.
Tajo aquí, cercén allá,
ora a la regla, ora al gusto,
cada escena nos da un susto
si calambre no nos da.
Y viendo al fin que no atinan
por medio ninguno humano,
cortar el nudo gordiano
ex cathedra determinan.
Con nuevas nomenclaturas
sus disparates bautizan…;
y tanto la luz atizan
que nos dejarán a obscuras.
Quien de la escuela moderna
genio innovador se llama,
barba, galán, paje y dama
despacha a la vida eterna.
Quien se dice de la antigua,
en cánticos pobrecitos
de la otra cambia los gritos,
y que da sueño averigua.
Yo, que tal veo, me digo:
¡Tanto valen, a fe mía!
Con que firme en mi manía
de andar con entrambas sigo.
En lo que no hago ¡por Dios!
mas que, con maña oportuna,
tentar a la par fortuna
por cualquiera de las dos.
A veces, de sangre un río
vierto, en situación acerba,
y a veces, con una hierba
como un tonto me extasío.
Y en esto, sin duda alguna,
con sesudo estoicismo,
pruebo que me da lo mismo
por las dos que por ninguna.
Sin embargo, de mi afán
me daré por satisfecho
si no te enfada lo hecho
en Montoya el Capitán.
El pueblo me lo contó
sin notas ni aclaraciones;
con sus mismas expresiones
se lo cuento al pueblo yo.
Inútil es que me pidas
para medirle compás;
el pueblo tiene no más
el compás con que lo midas.
La gente crítica y docta,
que por decidir se muere,
califíquele si quiere
de milagro o de anécdota.
Se me da, Eugenio, un ardite
que lo juzgue bien o mal,
que lo llame obra inmortal
o de necia la acredito,
porque según lo que vemos,
no hay obra, y más siendo ajena,
que sea a su juicio buena…
Conque pregunto: ¿y qué hacemos?
Escucha los silogismos
con que vengo a deducir
que debemos escribir
sin miedo a nosotros mismos.
Si apenas entre unos y otros
hay un buen libro que hojear,
fácil es de remediar,
escribámoslo nosotros.
Tal vez en el item demos,
y si no damos, peores
que los demás escritores
a fe que no quedaremos.
Y además, si es el placer
de los sabios mal-decir,
si damos en no escribir,
¿qué mil diablos han de hacer?
Yo soy terco, y lo confieso,
pues lo que escribo critican,
escribo porque se pican,
y ambos roemos el hueso.
Que al cabo va convenciéndome
la experiencia por de pronto,
de que no faltará un tonto
que se divierta leyéndome.
Y concebirse no puede
que no tenga un solo amigo
que aplauda lo que yo digo,
como a muchos les sucede.
Yo sé que en ambas escuelas
habrá quien haga a este prólogo
allá a solas un monólogo
como a una fluxión de muelas.
Mas yo vivo, por fortuna,
en tan dulce escepticismo,
que se me importa lo mismo
por las dos, que por ninguna.
Referencias
editar- ↑ Juan Eugenio Hartzenbusch, (1806 - 1880), escritor, dramaturgo, poeta, filólogo y crítico español.