A mi amiga Teresa, en sus bodas
de Antonia Díaz Fernández de Lamarque
Nota: En esta transcripción se ha respetado la ortografía original.

Ya próspera lució sobre tu frente
La corona nupcial, mi dulce amiga;
Del Hacedor la mano omnipotente
Tu venturosa union grata bendiga.


¡Oh! bendígala, sí: que sea eterno
El amor noble y puro que atesora
Ese esposo feliz, á quien tu tierno
Y entusiasmado corazon adora.


¡Bendígala el Señor! Que resplandezca
La dicha para tí: que la esperanza
Siempre á tus ojos apacible ofrezca
Un porvenir de eterna bienandanza.


Tú eres la flor mas pura y mas galana
Que admira el Bétis en su hermosa orilla,
Y el lucero mas fúlgido que ufana
Muestra en su cielo la oriental Sevilla.


¡Oh! no hay ninguna que feliz ostente
Labios mas puros que tus labios rojos,
Frente mas tersa que tu tersa frente,
Ojos mas bellos que tus bellos ojos.


No hay cual la tuya celestial mirada,
Ni quien graciosa como tú sonría;
Tú eres bella entre bellas admirada;
Tú eres ángel de amor, Teresa mía.


Mas ¡ah! que no es tan solo la belleza,
Frágil encanto que extinguirse puede,
El alto don que en su eternal grandeza
La mano del Inmenso te concede.


No es tan solo ese don, que su clemencia,
Porque en todo llevar puedas la palma,
Dió á tu sensible pecho la inocencia,
Y de virtudes coronó tu alma.


¡Oh! siempre el mundo por tu bien te vea
Cercada del encanto peregrino
De la santa virtud; la virtud sea
El sol que resplandezca en tu camino.


Serálo, y ante el pueblo que te admira
De esposas brillarás claro modelo,
Y ese que tierno por tu amor suspira
Verá la tierra convertida en cielo.


¡Oh! que la paz te arrulle lisongera,
Que la horrible y funesta desventura
No pueda nunca despiadada y fiera
Grabar sus huellas en tu frente pura.


Jamas tus labios con pesar suspiren,
Huyan de tí la angustia y los dolores,
Y la futura edad tus ojos miren
Siempre ceñida de aromosas flores.