​A mi amante - Oda​ de José María Heredia


Es media noche: vaporosa calma
y silencio profundo
el sueño vierte al fatigado mundo,
y yo velo por ti, mi dulce amante.
¡ En qué delicia el alma
enajena tu plácida memoria!
Único bien y gloria


Del corazón más fino y más constante,
¡Cuál te idolatro! De mi ansioso pecho
la agitación lanzaste y el martirio,
y en mi tierno delirio
lleno de ti contemplo el universo.
con tu amor inefable se embellece
de la vida el desierto,
que desolado y yerto
a mi tímida vista parecía,
y cubierto de espinas y dolores.
ante mis pasos, adorada mía,
riégalo tú con inocentes flores.


¡Y tú me amas! ¡Oh Dios! ¡Cuánta dulzura
siento al pensarlo! De esperanza lleno,
miro lucir el sol puro y sereno,
y se anega mi ser en su ventura.
Con orgullo y placer alzo la frente
antes nublada y triste, donde ahora
serenidad respira y alegría.
adorada señora
de mi destino y de la vida mía,
cuando yo tu hermosura
en un silencio religioso admiro,
el aire que tú alientas y respiro
es delicia y ventura.

Si pueden envidiar los inmortales
de los hombres la suerte,
me envidiarán al verte
fijar en mí tus ojos celestiales
animados de amor, y con los míos
confundir su ternura.
o al escuchar cuando tu boca pura
y tímida confiesa
el inocente amor que yo te inspiro:
Por mí exhalaste tu primer suspiro,
y a mí me diste tu primer promesa.

¡Oh! ¡luzca el bello día
que de mi amor corone la esperanza,
y ponga el colmo a la ventura mía!
¡Cómo, de gozo lleno,
inseparable gozaré tu lado,
respiraré tu aliento regalado,
y posaré mi faz sobre tu seno!
ahora duermes tal vez, y el sueño agita
sus tibias alas en tu calma frente,
mientras que blandamente
sólo por mí tu corazón palpita.
duerme, objeto divino
del afecto más fino,
del amor más constante;
descansa, dulce dueño,
y entre las ilusiones de tu sueño
levántese la imagen de tu amante.