A mi Eva
I - Tu ser
editarCuando el Dios del Edén imaginó y formó la primera mujer, encarnó en ella el grato ideal de la belleza, pero la mujer perdió su paraíso y no fue ya digna de su autor-.
Herido estaba de tristeza el corazón supremo al ver malograda su obra; para su consuelo, hizo nacer cual nueva luz otra Eva y en ella se miraron sus ojos. -Y sintiendo el amor de su obra y temeroso de perderla, la destinó a vivir entre los ángeles y la amaron estos con amor del cielo-.
En mi Sion de dolores vagaba yo silencioso y solitario; las copas de los árboles habían perdido sus verdes hojas, los céfiros suspiraban y la noche me vestía con sus tristes sombras. -Mis pensamientos eran otras tantas quejas de soledad, mi alma estaba sola y Dios me había abandonado.- Mis ojos se inclinaban a la tierra con dolor o se alzaban a los cielos con piedad; la bóveda insondable me parecía una eternidad sin esperanza, las estrellas silenciosas me compadecían.
¡Inmortalidad! decía para mí. ¿Nada respondes a mi voz? ¿Porqué no vienes a mostrarme la luz de tu diadema? El amor de la tierra es incompleto y yo siento el ansia de un amor infinito. -¡Ah! ¡si el cielo me enviase en la voz de un ángel una esperanza, si la belleza del cielo tomase forma para sonreír a mis ojos terrenales!
Y he aquí que se abrieron las puertas de los cielos y en tálamo de nubes se presentó a mis ojos una mujer celestial.- Su mirada era radiante como el día más feliz de la vida; sus labios parecían revelar el dulce misterio de la gloria; su sonrisa era un bálsamo para curar la desventura. -¡Sus formas aéreas como el pensamiento, como un suspiro perdido en las regiones de la esperanza!
Y ella derramaba luz y hálito de amores y era la mirra de los pebeteros celestiales; traía para mi ser, la revelación de un éxtasis eterno.
Y bajó la mujer celeste y hablome con voz indefinible. -Y yo al oírla sentí el paraíso dentro de mi corazón.
Y así me dijo:
En verdad, en verdad te digo que soy la Eva del cielo y compadezco a los que como tú están solos y tienen triste su corazón-.
Mírame y ama-.
Díjome y la vi partir-.
Y desde entonces la veo entre las sombras de un sueño deleitoso y la veo por donde quiera que vuelvo los ojos.
Y suspiro y a todas horas la dirijo mi voz y la digo. -Eva mía mi dulce Eva ¿quién como tú, mi deliciosa Eva? Mírame y ama, me dijiste: te vi y he amado.
Y desde entonces tengo un cielo en mi alma, y suspiro doliente cuando no te escucho.
Y el cielo que tengo en el alma es digno de ti como obra tuya.
Ven hacia mí, Eva. -Mi corazón tiene para ti luz y flores y armonía, y un suspiro y una lágrima para ti.
Eva mía, Eva mía, y por todos partes y a todas horas y hasta mi última hora, te diré: Eva del cielo, mi dulce y deliciosa Eva, te vi y he amado, te vi y he amado.
II - Tu nombre
editarLa palabra ¿es emanación de Dios?
Hay un nombre que da miel a mis labios, música a mi oído, gloria a mi corazón. -Las aves lo cantan, la noche lo dice en el silencio: me da hermosos sueños; la mañana lo emite para despertarme. -Lo pronuncio con cariño y esperanza; temo que el aire lo revele a los demás; temo y quiero oírlo; temo y quiero pronunciarlo: es en mis labios una plegaria. -¡Oh! sí, cuando oigo tu nombre, Eva mía, cuando lo pronuncio y sobre todo, cuando lo invoco... bendigo a Dios, le proclamo divino autor de la palabra.
III - Tu sonrisa
editarEl pensamiento es la conciencia de la vida, el sentimiento es la vida: amad y habréis vivido.
La copa del placer contiene amargura; el mundo es engañosa realidad; el recordar es triste, el bien instable, lo porvenir incierto; pero cuando me sonríes, todo lo olvido.
IV - Mis días
editarHay días serenos, hermosos en que el aire arrebata mi voz y mis suspiros, en que toda la naturaleza es himno silencioso y gratísimo: mis oídos no lo perciben pero sí el corazón. -El alma quiere entonces romper sus ligaduras; busca un infinito de felicidad. -Mi mente sueña y mi sangre corre dulcemente. -Entre el corazón y los ojos se desliza un blando río de lágrimas. -Las dulces y generosas ideas vienen a mis labios en versos deliciosos. -Esos días... son aquellos en que te veo y das luz a mi tormentosa oscuridad.
V - Un triste paraíso
editarEsquivas ¡ay! tus ojos y tu sonrisa, quizás también tu corazón.
Una lágrima que escondes, un suspiro que tratas de sofocar.
Hasme robado tu fe, mi fe, el tesoro de mi existencia.
Al desviarte de mí, has cometido un doble crimen: te has suicidado y me has muerto.
Solitarios y tristes hemos quedado: dos aves que se abandonan en el desierto, que vagan sin encontrarse. ¡Ah! desterrado de mi propia alma: la pobre luna ¿dará luz sin ese sol que tan solo brilló un día?
Éramos el uno para el otro única palma que nos daba sombra, única gota de agua para nuestra sed, única mano que enjugaba nuestras frentes.
Acaso nuestras miradas y sonrisas son prodigadas a otros seres que no amamos.
Si es preciso para merecerlas serte indiferente y debo pagar con tu desvío la simpatía de tu alma, el paraíso que me diste con tu amor... Envidio a los indiferentes que disfrutan lo que solo debiera ser mío. Prefiero a un paraíso que has enlutado para mí, el infierno de una menos dolorosa indiferencia.
VI - Océano sin límites
editarTú podrás ver en mi semblante los síntomas del contento: vana apariencia.
Tú habrás visto en medio de la tempestad la luz de algunas estrellas, pero ¡ah! cuán distante el cielo de aquellos días apacibles que tanto deleitan.
Ninguna otra podría arrancarme estas lágrimas que vierto al contemplarte en poder de otro, ninguna, lo juro por esta maldición de dolor eterno que me abruma, podría ocasionarme el pesar que experimento al verte perdida para mí.
Si esta agonía no ha de tener fin, si un hado funesto ha escrito entre nosotros las palabras para siempre; caiga sobre mí de una vez la mano del destino y termine una vida que el dolor está haciendo eterna.
VII - Flores y espinas
editarCorazones separados en la tierra. ¡Oh! ¡cielo necesario!
¿Y hemos de vagar extraños tú y yo, alma de mi alma, ser de mi ser, como hermanos que se desconocen, acaso como enemigos por la misma causa que debiera unirnos?
El interés mundano tan leve ante la eternidad, tan insuperable entre los hombres.
Miserable mundo, átomo para el espacio, ¿porqué eres todo un mundo para separarnos?
En este apartamiento que no hemos causado, hay otros que nos sacrifican. -Su corazón se apiadaría si probasen la copa de amargura que nos hacen apurar.
¡Y ellos se creen lícitamente felices!
¡Ah! gigantes de ventura para nosotros pobres gusanos hollados por su planta.
En esta peregrinación sin límites en que llevamos ensangrentado el corazón, existen a más de las espinas y de las lágrimas, algunos halagos y algunas flores.
Sean para mí las lágrimas, para ti los halagos; para mí las espinas, para ti las flores.
VIII - Mi castigo
editar¡Ríe y canta!
Eres solo una sombra.
El cadáver de una mujer que amó y fue... y aún es amada.
Mi alma te dio el espíritu, te creó -pero el espíritu huyó y has muerto.
Eres pues un cadáver que solo aguarda el reposo de la tumba para deshacerse en polvo.
Tus padres lo fueron solo de tu forma bella, forma innecesaria a un alma que tenía su seno en la mía.
Yo cincelé en ti una hermosa estatua y la rompiste: anatema contra mi creación, anatema contra tu obra. ¿Qué hiciste del paraíso que te formé! -Falsa Eva lo perdiste; me has condenado a las penas y a la muerte.
Hoy existes solo en fantasma para atormentarme.
Remordimiento de amor, de ilusión perdida.
Yo fui el Prometheo que animó tu barro con el fuego del Olimpo.
Me encadenaste a la roca de tu ser y eres el buitre que devora mis entrañas.
Has hecho de mi alma una maldición.
Quise crear un arcángel y solo pude hacer un Satanás que me condena y atormenta.
El cielo ha castigado mi soberbia.