A la virgen (2 Althaus)
Virgen, ¿por qué, cuando el divino infante
a la tuya su faz junta risueño,
o goza entre tus brazos blando sueño,
cubre grave tristeza tu semblante?
¡Ay! que ya de tu mente está delante
de sus verdugos el airado ceño,
y ya pendiente del infame leño
le ve morir tu corazón amante.
Que es de tu claridad nube sombría
y a tus placeres todos mezcla duelo
de Simeón la triste profecía;
mas mirarle te dé justo consuelo
resucitar en el tercero día,
y en gloria excelsa remontarse al cielo.
(1857)
Esta poesía forma parte del libro Obras poéticas (1872)