A la victoria de Bailén
Rompe el león soberbio la cadena con que atarle pensó la felonía, y sacude con noble bizarría sobre el robusto cuello la melena. La espuma del furor sus labios llena, y a los rugidos que indignado envía, el tigre tiembla en la caverna umbría, y todo el bosque atónito resuena. El león despertó; ¡temblad, traidores! lo que vejez creísteis, fue descanso; las juveniles fuerzas guarda enteras. Perseguid alevosos cazadores, a la tímida liebre, al ciervo manso; ¡no insultéis al monarca de las fieras!