A la reina Isabel
Cual viene en pos de nebuloso invierno brotando rosas la estación florida, y la campiña yerta y aterida revive al soplo de favonio tierno, así de España al liberal gobierno, débil un tiempo, sin vigor, sin vida, brío y lustre darás, reina querida, y harás su dicha y tu renombre eterno. Lanzado en fin al báratro profundo, no verterá en mi patria su veneno de la anarquía el monstruo furibundo. A tu sombra, Isabel, aliente el bueno, y a tu cetro feliz aclame el mundo de la virtud imán, del vicio freno.