A la muerte del Dr. D. Juan N. Sola
I
editar¡Providencia adorable! ¿por qué dejas en manos de la Parca fementida a la más despreciable, hermosa vida del pastor más amante a sus ovejas? Insensible a su llanto ¿por qué alejas al dulce padre, que a sus hijos cuida, a una región en donde nunca oída será la voz de sus sentidas quejas? ¡Oh providencia, árbitra infalible del destino del hombre! tú lo hiciste. Conformes recibimos el terrible desapiadado golpe con que heriste al pastor y al rebaño. Premio eterno al pastor vigilante, al padre tierno.
II
editarRebaño humilde, llora inconsolable de tu amante pastor la eterna ausencia. Su caridad, su celo, su paciencia harán su pérdida siempre irreparable. Su carácter suave, dulce, amable, su apacible genial condescendencia, su candidez con visos de inocencia, le hicieron ejemplar inimitable. ¿Oh tú que viste dilatados días su ejemplo, su virtud siempre en aumento, empapa en llanto sus cenizas frías. Víctima del dolor y el sentimiento, clama al Eterno: Dios de bondad lleno salva el rebaño, salva al pastor bueno.