A la muerte del Dr. D. Juan N. Sola

​A la muerte del Dr. D. Juan N. Sola​ de Juan Cruz Varela


I editar

¡Providencia adorable! ¿por qué dejas   
 en manos de la Parca fementida   
 a la más despreciable, hermosa vida   
 del pastor más amante a sus ovejas?   
 

 Insensible a su llanto ¿por qué alejas  
 al dulce padre, que a sus hijos cuida,   
 a una región en donde nunca oída   
 será la voz de sus sentidas quejas?   
 

 ¡Oh providencia, árbitra infalible   
 del destino del hombre! tú lo hiciste.  
 Conformes recibimos el terrible   
 

 desapiadado golpe con que heriste   
 al pastor y al rebaño. Premio eterno   
 al pastor vigilante, al padre tierno.   



II editar

 Rebaño humilde, llora inconsolable   
 de tu amante pastor la eterna ausencia.   
 Su caridad, su celo, su paciencia   
 harán su pérdida siempre irreparable.   
 

 Su carácter suave, dulce, amable,  
 su apacible genial condescendencia,   
 su candidez con visos de inocencia,   
 le hicieron ejemplar inimitable.   
 

 ¿Oh tú que viste dilatados días   
 su ejemplo, su virtud siempre en aumento,  
 empapa en llanto sus cenizas frías.   
 

 Víctima del dolor y el sentimiento,   
 clama al Eterno: Dios de bondad lleno   
 salva el rebaño, salva al pastor bueno.