A la misma
de Juan Nicasio Gallego


 Cuando mi bien el campo hermoseaba   
 que del Órbigo baña la corriente,    
 yo de su vista celestial ausente   
 solitario y lloroso me quejaba.   
 

 Hoy, que la veo al fin; hoy que esperaba  
 el dulce premio de mi amor ardiente,   
 hállola sin piedad, dura, inclemente,   
 y más mi angustia y mi dolor se agrava.   
 

 Pues bien, Pradina: si al afecto mío   
 perpetuo llanto y desamor le espera,  
 culpa de ausencia o del olvido impío;   
 

 goce yo tu sonrisa placentera,   
 y más que en fuerza de tu infiel desvío   
 gimiendo viva, y suspirando muera.