A la memoria de la excelente niña Mercedes Antuña y del joven poeta Adolfo Berro
A LA MEMORIA
MERCEDES ANTUÑA
Flébiles ecos que en el alma suenen
Lanze enlutada la doliente lira,
Y el triste labio modulando penas
Trémulo gima.
Lloras, y al cielo funeral plegaria,
Y hondo lamento con dolor envias,
Mísera patria.... Tan acerbo duelo
Quien lo motiva?
Vates ilustres en laud sonoro
Himnos llorosos entonar se miran.
Siendo sus cantos de amargura llenos,
Copas de acibar.
Entre las tumbas, vacilante y sola.
Tú de la muerte la mansión visitas,
Y en dos sepulcros que con ánsia abrasas
Gimes aflicta.
Ora el motivo de tu amargo lloro
De esos sepulcros la inscripcion publica,
He alli dos seres que en tu honor brillaron,
Polvo y ceniza!
Dulce Mercedes, candorosa virjen,
Sílfide amable de pudor ceñida.
Yace entre sombras, marchitado lirio.
Luz que no brilla.
Nombre inefable que halagaba al alma
Y es de bondades misteriosa cifra,
Hoy le pronuncian.... y al materno pecho
Rasga la herida.
Vibra la parca su segur, y al verla,
Cierra los ojos, de dolor movida,
Y sufre el ángel de inseguro golpe
Larga agonía.
Mas ay ¡tú gimes; la vecina tumba
Tambien, oh patria, sollozando miras,
El mármol besas y á tu caro Adolfo
No reanimas!
Deuda es sagrada que angustiada llores
Y en dos recuerdos tu dolor dividas,
Allí, la parca, de tu dulce vate
Rompe la lira.
Triste memoria que do quier me sigues,
Y eres del pecho dolorosa espina.
Tú á un mismo tiempo mi dolor renuevas
Y me lo alivias.
Dos esperanzas de inocencia y gloria,
Bárbara muerte, con rigor disipas!
Palma y violeta.... de ilusiones de oro
Frágil enigma.
Bardo de Oriente, la celeste llama
De excelso genio, con ardor seguia,
Que era en su mente, derramando luces,
Fúljida pira.
En pró del débil; juvenil poeta,
Blanda y sociable su mision cumplia,
Nunca su plectro disonó, exalando
Torpe diatriba.
Ora en defensa del opreso esclavo,
El anatema con ardor fulmina,
Ora en la llaga de infeliz mendigo
Bálsamo aplica.
Mira en su verso la banal ramera
Hórrida imájen, que terror le inspira,
Y huye del vicio, do engañoso halago
Pérfido habita.
Lámpara exausta, que muriendo arroja
Trémulos rayos que su lumbre avivan,
Tal, en sus ansias, el doliente vate
Pulsa la lira.
Cisne canoro, presajiando muerte,
Alza su canto y angustioso trina;
Eco solemne que del hondo pecho
Hiere la fibra.
Eco del cielo, divinal preludio
Del sacro hosanna que su mente agita,
Y ora ante el trono de la luz repite
Su arpa divina.
Oh Dios inmenso, si tu gloria ensalzan
Altos querubes de mayor valía,
Cómo, dos seres que á la patria adornan
Sordo le quitas?
Mas, oh, perdona!... maldicion al hombre
Que tus arcanos indagar medita;
Ellos te aclamen, y su dulce canto
Calme tus iras.
Núm. 857 del Nacional.