A la memoria de Garcilaso
Río, ¿do está de Laso la divina musa que un tiempo suspiraba amores; la que tu verde sien ciñó de flores y suspendió tu linfa cristalina? A tu margen la alondra matutina modula al son del agua sus loores, y el dulce lamentar de dos pastores resuena grato en la imperial colina. Zagales de Aranjuez, que en lastimera voz recordáis su muerte cada día, vosotros los del Tajo en su ribera, dejad ¡ay! que la humilde musa mía de flores a su cítara ligera y tierno llanto a su ceniza fría.